Barrio de los Austrias
El
Convento de san Felipe el Real en una
xilografía de
1878. En la parte inferior del edificio, se aprecia la lonja, conocida como
mentidero de la villa. Las covachuelas de la base eran utilizadas como puntos de venta de todo tipo de artículos. Fue construido en la primera mitad del
siglo XVI en el solar que hoy ocupan las Casas de Cordero, en la embocadura de la calle Mayor.
Por
Madrid de los Austrias, también llamado
Barrio de los Austrias, se conoce una amplia zona de la
capital española, sin entidad administrativa, correspondiente al primitivo trazado medieval de la ciudad y a la
expansión urbanística iniciada por la
Casa de Austria, a partir de los reinados de
Carlos I y, especialmente, de
Felipe II, que, en el año
1561, estableció la Corte en
Madrid. A
efectos turísticos, el nombre se emplea para promocionar los conjuntos monumentales de una gran parte de los barrios administrativos de Sol y Palacio, que representa aproximadamente una cuarta parte de la citada zona. Además de su acepción geográfica, el término Madrid de los Austrias también tiene una acepción histórica. Según esta perspectiva, la expresión se emplea para designar la evolución, preferentemente urbanística, de la ciudad entre los reinados de
Carlos I (r.
1516–
1556), el primero de los
Austrias, y
Carlos II (r.
1665–
1700), con el que se extinguió la rama española de
esta dinastía.
Límites históricos
Plano de
Madrid, realizado por
Pedro Teixeira en
1656. En este año, ya estaba levantada la Cerca de
Felipe IV, que estableció los límites históricos del Madrid de los Austrias, al impedir el crecimiento de la ciudad hasta bien entrado el
siglo XIX.
Localización del Madrid de los Austrias en una imagen satelital del casco urbano de la ciudad, tomada en
2002.
Vista de la calle del Conde, en la zona de influencia de la
calle de Segovia, dentro del barrio administrativo de Palacio, que, junto con el de Sol, articula el recorrido turístico del Madrid de los Austrias.
Durante el reinado de
Carlos I, Madrid estaba integrado por dos núcleos principales: el recinto comprendido dentro de la
muralla cristiana, de origen medieval, y los arrabales. El casco urbano se extendía, de oeste a este, desde el
Palacio Real hasta la
Puerta del Sol; y, de norte a sur, desde la plaza de santo Domingo hasta la plaza de la Cebada.
A partir de
1561, con la capitalidad, la ciudad creció de forma vertiginosa, expandiéndose principalmente hacia el este. El plano de
Madrid realizado por
Pedro Teixeira en el año
1656, casi un siglo después del establecimiento de la Corte, da una idea precisa de las dimensiones del casco urbano, en tiempos de
Felipe IV (r.
1621–
1665).
1
La villa estaba rodeada por una cerca, mandada construir por el citado monarca en el año
1625, levantada, hacia el norte, sobre las actuales calles de Génova, Sagasta, Carranza y Alberto Aguilera (conocidas popularmente como
los bulevares); hacia el sur, sobre las rondas de Toledo, Valencia y Embajadores; hacia el este, sobre los paseos del
Prado y
Recoletos; y hacia el oeste, sobre los terraplenes del valle del
río Manzanares.
2
Extramuros,
3 se situaban los jardines, parajes agrestes y recintos palaciegos del
Buen Retiro, en la parte oriental de la ciudad; de la
Casa de Campo, en la occidental; y del
El Pardo, en la noroccidental.
La Cerca de
Felipe IV sustituyó a una anterior, promovida por
Felipe II (r.
1556–
1598) y que enseguida quedó obsoleta. Fue erigida para detener el crecimiento desordenado que estaba experimentando la ciudad y actuó como una auténtica barrera urbanística, que limitó la expansión de la urbe hasta el
siglo XIX. Fue derribada en
1868.
4
A grandes rasgos, el espacio comprendido dentro de la Cerca de Felipe IV se corresponde en la actualidad con el
distrito Centro. Su superficie es de 523,73 hectáreas y comprende los barrios administrativos de Cortes, Embajadores, Justicia, Palacio, Sol y Universidad.
Límites turísticos
A diferencia de los límites históricos, perfectamente establecidos a través de la cerca de
Felipe IV, la zona promocionada turísticamente como Madrid de los Austrias carece de una delimitación precisa. Se circunscribe a un ámbito sensiblemente menor, que comprende parcialmente los barrios administrativos de Sol y Palacio, pertenecientes al
distrito Centro de la capital.
Se estaría hablando de las áreas de influencia de las calles Mayor, Arenal,
Segovia, carrera de san Francisco,
Bailén y
Toledo y de las plazas de la
Cebada, de la
Paja,
Mayor,
Puerta del Sol y de
Oriente, donde se hallan barrios y áreas sin entidad administrativa, como
La Latina, Ópera o
Las Vistillas.
Aquí se encuentran conjuntos monumentales construidos tanto en los siglos
XVI y
XVII, cuando reinó en
España la
dinastía Habsburgo, como en épocas anteriores y posteriores. Por lo general, todos ellos quedan incluidos en los itinerarios turísticos que utilizan la expresión Madrid de los Austrias. Es el caso de las iglesias medievales de
san Nicolás de los Servitas y
san Pedro el Viejo, de los siglos
XII y
XIV, respectivamente, y del
Palacio Real, erigido en el
siglo XVIII.
En orden inverso, existen monumentos promovidos por
los Austrias no integrados en las citadas rutas, al situarse fuera de los barrios de Sol y Palacio. Algunos ejemplos son el
Salón de Reinos y el
Casón del Buen Retiro, que formaron parte del desaparecido
Palacio del Buen Retiro, y los
jardines homónimos.
También quedan excluidas de esta clasificación turística zonas de menor valor monumental, pero con un gran significado histórico en la época de los
Austrias. Es el caso del
barrio de las Letras, articulado alrededor de la
calle de las Huertas, donde coincidieron algunos de los literatos más destacados del
Siglo de Oro español, tales como
Félix Lope de Vega,
Miguel de Cervantes o
Francisco de Quevedo; o de la
Casa de Campo, concebida por
Felipe II como una finca de recreo y reserva de caza.
Evolución histórica
En la primera mitad del
siglo XVI, antes de su designación como capital,
Madrid era una villa de tamaño medio entre la urbes
castellanas, con cierta relevancia social e influencia política. Tenía entre 10.000 y 20.000 habitantes y formaba parte del grupo de dieciocho ciudades que disfrutaban del privilegio de tener voz y voto en las
Cortes de Castilla.
5
Había acogido en numerosas ocasiones las Cortes del Reino y, desde la época de los
Trastámara, era frecuentada por la monarquía, atraída por su riqueza cinegética. Además, uno de sus templos religiosos,
San Jerónimo el Real, fue elegido por la monarquía como escenario oficial del acto de jura de los príncipes de Asturias como herederos de la Corona.
6 El primero en hacerlo fue
Felipe II (
18 de abril de
1528), que 33 años después fijaría la Corte en
Madrid, y la última
Isabel II (
20 de junio de
1883).
Reinado de Carlos I
Aspecto de la
Casa de Campo hacia
1634, en una pintura de Félix Castelló. El palacete, jardines y paraje agreste fueron utilizados por
Felipe II como lugar de recreo y caza.
Portada del Monasterio del Corpus Christi o de las Carboneras, fundado en
1611. Se encuentra en la plaza del conde de Miranda.
Carlos I (r.
1516–
1556), el primer monarca de la
Casa de Austria, mostró un interés especial por la villa, tal vez con la intención de establecer de forma definitiva la Corte en
Madrid. Así sostiene el cronista
Luis Cabrera de Córdoba (
1559–
1623), en un escrito referido a
Felipe II:
El Rey Católico [por Felipe II], juzgando incapaz la habitación de la ciudad de Toledo, ejecutando el deseo que tuvo el emperador su padre [por Carlos I] de poner su Corte en la Villa de Madrid, determinó poner en Madrid su real asiento y gobierno de su monarquía.
El emperador impulsó diferentes obras arquitectónicas y urbanísticas en
Madrid. A él se debe la conversión del primitivo castillo de
El Pardo en palacio, situado en las afueras del casco urbano. Las obras, dirigidas por el arquitecto Luis de la Vega, se iniciaron en
1547 y concluyeron en
1558, durante el reinado de
Felipe II. De este proyecto sólo se conservan algunos elementos que, como el Patio de los Austrias, quedaron integrados en la estructura definitiva del
Palacio Real de El Pardo, fruto de la reconstrucción llevada a cabo en el
siglo XVIII, tras el incendio de
1604.
Otro de los edificios que el monarca ordenó reformar fue el
Real Alcázar de Madrid, un castillo de origen medieval, que fue pasto de las llamas en
1734 y en cuyo solar se levanta en la actualidad el
Palacio Real. Duplicó su superficie con diferentes añadidos, entre los que destacan el Patio y las Salas de la Reina y la llamada Torre de Carlos I, a partir de un diseño de Luis de la Vega y
Alonso de Covarrubias.
Entre los proyectos urbanísticos promovidos por
Carlos I, figura la demolición de la Puerta de Guadalaxara, el acceso principal de la antigua
muralla cristiana de Madrid, y su sustitución por una más monumental, con tres
arcos. Fue levantada hacia
1535 en el número 49 de la actual calle Mayor y el
2 de septiembre de
1582 desapareció en un incendio.
7
Durante su reinado, se inauguraron algunos templos religiosos, entre ellos el santuario de
Nuestra Señora de Atocha, que data de
1523. Fue derribado en
1888, ante su mal estado, y reconstruido como
basílica en el
siglo XX.
En
1541, se dispuso la ampliación de la
Iglesia de san Ginés, situada en la calle del Arenal, mediante un anejo parroquial en la
calle de la Montera, que recibió el nombre de san Luis Obispo. Abrió sus puertas en
1689, en tiempos de
Carlos II, y fue incendiado en
1935. Sólo se conserva su fachada principal, que fue trasladada e integrada en la estructura de la
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en la
calle del Carmen.
El
Convento de san Felipe el Real, de
1547, fue uno de los puntos de encuentro más importantes del Madrid de los Austrias. Su lonja recibió el sobrenombre de
mentidero de la villa, por los rumores que allí se fraguaban.
8 El edificio, destruido en
1838, poseía un relevante claustro
renacentista, compuesto por 28
arcos en cada una de sus dos galerías.
Otro templo de la época es la
Iglesia de san Sebastián (
1554–
1575), que tuvo que ser reconstruida tras ser alcanzada por una bomba durante la
Guerra Civil.
La
Capilla del Obispo es, sin duda, la construcción religiosa de mayor interés arquitectónico llevada a cabo en
Madrid, en tiempos de
Carlos I.
9 10 Fue levantada entre
1520 y
1535, como un anejo de la
iglesia medieval de san Andrés. Responde a una iniciativa de la
familia de los Vargas, una de las más poderosas del
Madrid medieval y
renacentista. Debe su nombre a Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de
Plasencia (Cáceres), su principal impulsor.
En el terreno social, el religioso
Antón Martín creó en
1552 el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios, que estuvo en la
calle de Atocha, cerca de la plaza que lleva el nombre de su fundador.
En
1529,
Carlos I ordenó que el Real Hospital de la Corte, de carácter itinerante ya que acompañaba a la Corte en sus desplazamientos, quedara establecido de forma fija en
Madrid. Su edificio, conocido como
Hospital del Buen Suceso, estaba integrado por un recinto hospitalario y una iglesia, que fueron concluidos en
1607. A mediados del
siglo XIX, se procedió a su derribo dentro de las obras de ampliación de la
Puerta del Sol, donde se encontraba.
En cuanto a las residencias palaciegas, cabe mencionar la de Alonso Gutiérrez de Madrid, tesorero del emperador, cuya estructura fue aprovechada, durante el reinado de
Felipe II, para la fundación del
Monasterio de las Descalzas Reales. Recientes intervenciones en este edificio han puesto al descubierto elementos originales del patio principal del citado palacio.
11
El Palacio de los condes de Paredes de Nava o
Casa de san Isidro, donde tiene sus instalaciones el
Museo de los Orígenes, se encuentra en la plaza de san Andrés. Fue construido en el solar de un antiguo edificio donde, según la tradición, vivió
Iván de Vargas, quien, en el
siglo XI, dio alojamiento y trabajo a
san Isidro. Data de la primera mitad del
siglo XVI.
Por su parte, la
Casa de Cisneros data del año
1537 y está construida en estilo
plateresco. Situada entre la calle del Sacramento y la
plaza de la Villa, su primer propietario fue
Benito Jiménez de Cisneros, sobrino del
cardenal Cisneros (
1436–
1517), de quien toma su nombre.
Reinado de Felipe II
En el año
1561,
Felipe II (r.
1556–
1598) estableció la Corte en
Madrid. Tal designación provocó un aumento de la población vertiginoso: de los 10.000-20.000 habitantes que podía haber en la villa antes de la capitalidad se pasó a 35.000-45.000 en el año
1575 y a más de 100.000 a finales del
siglo XVI.
12
Para hacer frente a este crecimiento demográfico, el Concejo de Madrid, respaldado por la Corona, elaboró un proyecto de ordenación urbanística, consistente en la alineación y ensanchamiento de calles, el derribo de la
antigua muralla medieval, la adecuación de la
plaza del Arrabal (antecedente de la actual
Plaza Mayor) y la construcción de edificios públicos como hospitales, hospicios, orfanatos, instalaciones de abastos y templos religiosos.
Felipe II puso al frente de este plan al arquitecto
Juan Bautista de Toledo. Sin embargo, la falta de medios y lentitud
burocrática del consistorio y el desinterés mostrado por la Corona en la aportación de recursos ralentizaron su desarrollo. La consecuencia fue un crecimiento urbano rápido y desordenado, que se realizó preferentemente hacia el este del centro histórico, dada la accidentada
orografía de la parte occidental, orientada a los barrancos y terraplenes del valle del
río Manzanares.
Los nuevos edificios se construyeron siguiendo la dirección de los caminos que partían de la villa y, a su alrededor, surgió un entramado de calles estrechas, aunque dispuestas
hipodámicamente. El que conducía hasta
Alcalá de Henares (hoy
calle de Alcalá) vertebró el crecimiento urbano hacia el este, al igual que el camino que llevaba a
San Jerónimo el Real, sobre el que se originó la carrera de san Jerónimo. Por el sudeste, la expansión tomó como eje principal el camino del santuario de
Nuestra Señora de Atocha (actual calle de Atocha).
Hacia el sur, las nuevas casas se alinearon alrededor del camino de
Toledo (calle de Toledo) y, por el norte, la referencia urbanística estuvo marcada por los caminos de
Hortaleza y de
Fuencarral (con sus respectivas calles homónimas), si bien hay que tener en cuenta que, en estos dos lados de la ciudad, el crecimiento fue más moderado.
Antes de la capitalidad, en
1535, la superficie de
Madrid era de 72 hectáreas, cifra que aumentó hasta 134 en
1565, sólo cuatro años después de establecerse la Corte en la villa. A finales del reinado de
Felipe II, el casco urbano ocupaba 282 hectáreas y tenía unos 7.590 inmuebles, tres veces más que en
1563 (2.250), al poco tiempo de la designación de
Madrid como capital.
La intensa actividad inmobiliaria de este periodo no fue suficiente para satisfacer la demanda de viviendas, por parte de cortesanos y sirvientes de la Corona. Tal situación llevó al monarca a promulgar el edicto conocido como
Regalía de Aposento, mediante el cual los propietarios de inmuebles de más de una planta estaban obligados a ceder una de ellas a una familia cortesana.
13
Este decreto favoreció el desarrollo de las llamadas
casas a la malicia, un tipo de vivienda con el que sus propietarios intentaban evitar el cumplimiento de la norma, mediante diferentes soluciones (una única planta, compartimentación excesiva de los interiores, ocultación a la vía pública del piso superior...).
En
1590, la Corona y el Concejo crearon la Junta de Policía y Ornato, organismo presidido por el arquitecto
Francisco de Mora, con el que se intentó poner fin a los desarreglos urbanísticos provocados por la rápida expansión de la ciudad. La correcta alineación de las calles, mediante la supresión de los recovecos existentes entre los inmuebles, fue uno de sus objetivos.
Felipe II promovió la realización de diferentes infraestructuras urbanas, caso del
Puente de Segovia, la calle Real Nueva (actual
calle de Segovia) y la
Plaza Mayor. Los proyectos inicialmente previstos para estas tres obras no pudieron llevarse a cabo plenamente, adoptándose soluciones menos ambiciosas, ante las limitaciones presupuestarias.
Las dos primeras se enmarcaban dentro del mismo plan, consistente en la creación de una gran avenida, de aire monumental, que, salvando el
río Manzanares por el oeste, conectase el antiguo camino de Segovia con el
Real Alcázar. Finalmente, sólo pudo ejecutarse el puente (
1582–
1584), atribuido a
Juan de Herrera, mientras que la avenida quedó reducida a unas nivelaciones del terreno sobre el barranco del arroyo de san Pedro y al derribo de varios edificios, que dieron origen a la
calle de Segovia, terminada en
1577.
Con respecto a la
Plaza Mayor, levantada sobre la antigua plaza del Arrabal, el centro comercial de la villa en aquel entonces, el monarca encargó su diseño a
Juan de Herrera en el año
1580. Durante su reinado, se demolieron los edificios primitivos y dieron comienzo las obras de la
Casa de la Panadería (
1590), proyectada por
Diego Sillero. Fue su sucesor,
Felipe III, quien dio el impulso definitivo al recinto.
Felipe II continuó con las reformas y ampliaciones del
Real Alcázar, iniciadas por su padre, con la edificación de la Torre Dorada, obra de
Juan Bautista de Toledo, y la decoración de las distintas dependencias. También ordenó la construcción, en las inmediaciones del palacio, de la Casa del Tesoro, las Caballerizas Reales y la Armería Real. Todos estos conjuntos han desaparecido.
Pero tal vez su proyecto más personal fuese la
Casa de Campo, paraje que convirtió en un recinto palaciego y ajardinado para su recreo. Se debe a un diseño de
Juan Bautista de Toledo, que siguió el modelo de
naturaleza urbanizada, acorde con el gusto
renacentista de la época, a modo de conexión con el
Monte de El Pardo.
14 De este proyecto sólo se conservan partes del trazado de los jardines y algunos restos del palacete.
Asimismo, fueron levantados distintos edificios religiosos y civiles. El
Monasterio de las Descalzas Reales fue fundado en
1559 por
Juana de Austria, hermana del monarca, y en
1561 comenzaron las obras del Convento de la Victoria, que, como aquel, también estuvo muy vinculado con la Corona.
En
1583 abrió su puertas el
corral de comedias del
Teatro del Príncipe (en cuyo solar se levanta ahora el
Teatro Español), institución clave en el
Siglo de Oro español.
15 En
1590, fue inaugurado el Colegio de María de Córdoba y Aragón (actual Palacio del Senado), que toma su nombre de una dama de la reina
Ana de Austria, principal impulsora del proyecto.
Entre los palacios nobiliarios, hay que destacar la
Casa de las Siete Chimeneas (
1574–
1577), actual sede del
Ministerio de Cultura, situada en la plaza del Rey. Su primer propietario fue Pedro de Ledesma, secretario de
Antonio Pérez.
En la calle de Atocha se encontraban las casas de
Antonio Pérez y en la
plaza de la Paja se halla el Palacio de los
Vargas, cuya fachada fue transformada en el
siglo XX, adoptándose una solución historicista, a modo de continuación de la contigua
Capilla del Obispo.
Reinado de Felipe III
En
1601, pocos años después de subir al trono
Felipe III (r.
1598–
1621),
Madrid perdió la capitalidad a favor de
Valladolid. Consiguió recuperarla cinco años después, tras el pago a la Corona de 250.000
ducados y el compromiso por parte del Concejo de abastecer de agua potable al
Real Alcázar, entre otras infraestructuras.
Con tal fin, el consistorio realizó los denominados viajes de agua (conducciones desde manantiales cercanos a la villa), entre los cuales cabe destacar el de Amaniel (
1614–
1616). De ellos también se beneficiaron algunos conventos y palacios, además de los propios vecinos, a través de las fuentes públicas.
16 En
1617 fue creada la llamada Junta de Fuentes, organismo encargado de su mantenimiento y conservación.
Bajo el reinado de
Felipe III, se proyectaron numerosos edificios religiosos y civiles, algunos de los cuales fueron inaugurados en la época de
Felipe IV. Es el caso de la
Colegiata de san Isidro; de la nueva fachada del
Real Alcázar (
1610–
1636), obra de
Juan Gómez de Mora, que perduró hasta el incendio del palacio en
1734;
17 y del
Convento de los Padres Capuchinos, en
El Pardo, fundado por el rey en
1612, cuyo edificio definitivo no pudo comenzarse hasta
1638.
Las nuevas edificaciones se construyeron con mayor calidad arquitectónica que en los periodos anteriores, al tiempo que se impuso un estilo propio, típicamente madrileño, de aire
clasicista y de clara influencia
herreriana,
18 aunque también se observan rasgos prebarrocos.
Además, se establecieron arquetipos arquitectónicos, que, en relación con las casas palaciegas, quedaron definidos en un trazado de planta rectangular, dos o más alturas de órdenes, portadas
manieristas, cubiertas
abuhardilladas de
pizarra y torres cuadrangulares, por lo general dos, con
chapiteles rematados en punta, en la línea
escurialense.
Este esquema, uno de los que mejor definen la arquitectura madrileña de los Austrias y de periodos posteriores, empezó a gestarse en tiempos de
Felipe III, con ejemplos tan notables como las Casas de la
Panadería y de la
Carnicería, en la
Plaza Mayor; el Palacio del marqués de Camarasa, ubicado en la calle Mayor y sede actual de diferentes dependencias municipales; el proyecto de reconstrucción del
Palacio Real de El Pardo, incendiado el
13 de marzo de
1604; y la ya citada fachada del
Real Alcázar. No obstante, fue con
Felipe IV cuando alcanzó su máxima expresión.
Por su parte, el
Palacio de los Consejos (también llamado del duque de Uceda) puede ser considerado un precedente en lo que respecta a la organización del espacio y fachadas, si bien carece de las torres de inspiración
herreriana. Fue diseñado por
Francisco de Mora, quien contó con la colaboración de Alonso de Trujillo, al frente las obras entre
1608 y
1613.
En cuanto a los templos religiosos, la mayoría de las construcciones utilizó como referencia el modelo jesuítico, de planta de
cruz latina, que tiene su origen en la Iglesia del Gesú (
Roma,
Italia). La
Colegiata de san Isidro, que, como se ha referido, fue diseñada en tiempos de
Felipe III y terminada con
Felipe IV, responde a esta pauta.
Mención especial merece el
Real Monasterio de la Encarnación (
1611–
1616), fundado por
Margarita de Austria, esposa del rey. Su fachada, obra de
Juan Gómez de Mora (aunque posiblemente proyectada por su tío,
Francisco de Mora), fue una de las más imitadas en la arquitectura
castellana del
siglo XVII y buena parte del
XVIII.
19 20
Un ejemplo es el
Monasterio de la Inmaculada Concepción, en
Loeches (
Madrid), que, como aquel, presenta fachada rectangular con
pórtico,
pilastras a ambos lados y
frontón en la parte superior.
La lista de edificios religiosos levantados durante el reinado de
Felipe III es amplia. El
Convento de san Ildefonso de las Trinitarias Descalzas (o, sencillamente, de las Trinitarias), del año
1609, se encuentra en el
Barrio de las Letras y en él fue enterrado
Miguel de Cervantes. Del Convento del Santísimo Sacramento, fundado en
1615 por
Cristóbal Gómez de Sandoval y de la Cerda, valido del rey, sólo se conserva su iglesia (actual Catedral Arzobispal Castrense), levantada en tiempos de
Carlos II.
El
Monasterio del Corpus Christi o de las Carboneras y la
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen fueron empezados en
1607 y
1611, respectivamente, y ambos se deben a Miguel de Soria. La Iglesia de san Antonio de los Alemanes, de
1606, es una de las más singulares del primer tercio del
siglo XVII, por su planta oval.
21 Su interior está decorado al fresco por
Lucas Jordán, Francisco Carreño y
Francisco Ricci.
Las iglesias de
San Ildefonso (
1619) y de san Justo y Pastor (hacia
1620) se encuentran entre las últimas fundaciones religiosas llevadas a cabo antes de la muerte del monarca en
1621. La primera, destruida completamente durante la
Guerra Civil española, fue reconstruida en los
años cincuenta del
siglo XX.
Pero, sin duda, el proyecto urbanístico más importante llevado a cabo por el monarca fue la
Plaza Mayor. En
1619,
Felipe III finalizó las obras, que había iniciado su antecesor, con un nuevo diseño, firmado y desarrollado por
Juan Gómez de Mora. Este arquitecto fue también responsable de la
Casa de la Panadería, que preside el conjunto, si bien su aspecto actual corresponde a la reconstrucción realizada por Tomás Román, tras el incendio acaecido en
1672.
Además de este recinto, se procedió a adecuar otras plazas, como la de la Cebada y la desaparecida de Valnadú, esta última resultado de la demolición en el año
1567 de la puerta homónima, en la época de
Felipe II. Otro de sus logros urbanísticos fue la reorganización del territorio en las riberas del
río Manzanares y en el Real Camino de Valladolid, mediante la eliminación de las compartimentaciones internas y la estructuración de los plantíos.
22
En el terreno de la escultura, destaca la estatua ecuestre del propio rey, traída desde
Italia como obsequio del Gran Duque de
Florencia. Realizada en
bronce, fue comenzada por
Juan de Bolonia y terminada por su discípulo,
Pietro Tacca, en
1616.
Estuvo emplazada en la
Casa de Campo, recinto que fue objeto de una especial atención por parte del monarca con la construcción de nuevas salas en el palacete (del Mosaico y de las Burlas) y la instalación de diferentes fuentes y adornos en los jardines. En
1848, la escultura fue trasladada al centro de la
Plaza Mayor, donde actualmente se exhibe, por orden de
Isabel II.
Reinado de Felipe IV
Aspecto de la Ría Chica, uno de los elementos de la época de los Austrias que aún se conservan en el
Parque de El Retiro.
Felipe IV (r.
1621–
1665) accedió al trono a la edad de dieciséis años, tras la inesperada muerte de su padre. Tradicionalmente ha sido considerado como un
mecenas de las letras y de las artes, principalmente de la pintura.
23 Durante su reinado,
Madrid se convirtió en uno de los principales focos culturales de
Europa y en el escenario donde se fraguaron muchas de las
grandes creaciones del
Siglo de Oro español. Además, la ciudad albergó la mayor parte de la colección pictórica del monarca, una de las más importantes de la historia del coleccionismo español.
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En el ámbito de la arquitectura, se levantaron numerosos edificios civiles y religiosos, al tiempo que se construyó una nueva residencia regia en el entorno del Prado de los Jerónimos, en el lado oriental del casco urbano. El
Palacio del Buen Retiro desplazó hacia el este buena parte de la actividad política, social y cultural de la villa, que hasta entonces gravitaba únicamente sobre el
Real Alcázar, situado en el extremo occidental.
Pintura
Felipe IV fue el mayor coleccionista de arte de su época, afición que, por influencia e imitación, se hizo extensiva a muchas familias nobiliarias instaladas en la Corte.
25 Su interés por la pintura atrajo hacia
Madrid a artistas que, como
Zurbarán,
Rubens o
Velázquez, trabajaron en la decoración de los palacios reales. Mención especial merece la figura de
Velázquez, que estuvo bajo el mecenazgo del monarca a lo largo de casi cuarenta años.
26
Los regalos, compras y encargos realizados por el rey incrementaron los fondos de la Corona en más de 800 cuadros, entre los que figuraban varias
obras maestras de la pintura europea de los siglos
XV,
XVI y
XVII. La mayoría de ellos se encuentran en la actualidad en el
Museo del Prado.
El epicentro de la colección de
Felipe IV fue el
Real Alcázar, edificio al que también se hicieron llegar los cuadros adquiridos por
Felipe III, que estaban reunidos, en su mayoría, en el
Palacio Real de El Pardo. El traslado se realizó entre
1622 y
1625.
27
Los proyectos arquitectónicos surgidos a iniciativa del monarca también contaron con relevantes pinacotecas. Es el caso de la
Torre de la Parada, donde se exhibían lienzos de
Vicente Carducho,
Rubens y
Velázquez,
28 del
Palacio de la Zarzuela y del
Palacio del Buen Retiro.
La decoración del
Salón del Reino, una de las dependencias más suntuosas de este último conjunto, fue ideada por
Velázquez, quien combinó trabajos de su propia autoría (entre ellos
La rendición de Breda y
El príncipe Baltasar Carlos a caballo) con obras de otros artistas, como
Zurbarán,
Jusepe Leonardo y
Juan Bautista Maíno, entre otros.
A lo largo del
siglo XVII, se fue desarrollando la llamada
escuela madrileña de pintura, que aglutinó a varias generaciones de artistas, entre los que destacan, ya dentro del reinado de
Carlos II,
Juan Carreño de Miranda y
Claudio Coello.
Arquitectura civil
En líneas generales, la arquitectura palaciega del reinado de
Felipe IV siguió el modelo post-
escurialense, de rasgos
barrocos contenidos, que comenzó a forjarse con
Felipe III. Este estándar aparecía en estado puro en el desaparecido
Palacio del Buen Retiro, cuyo origen fue el llamado Cuarto Real, un anexo del
Monasterio de los Jerónimos, que, desde tiempos de los
Reyes Católicos, era frecuentado por la realeza para su descanso y retiro.
Siguiendo una iniciativa del
Conde-Duque de Olivares,
29 en
1632 Felipe IV ordenó al arquitecto
Alonso Carbonel la ampliación del recinto y su conversión en residencia veraniega. El palacio fue concebido como un lugar de recreo, función que quedó remarcada mediante una configuración articulada alrededor de dos grandes patios, diseñados a modo de plazas urbanas.
30 La Plaza Principal estaba reservada a la Familia Real, mientras que la Plaza Grande, de mayores dimensiones, era utilizada para la celebración de fiestas, actos lúdico-culturales y eventos taurinos.
31
La primera fase, correspondiente al núcleo central (Plaza Principal), se concluyó en
1633, sólo un año después de realizarse el encargo. Por su parte, las obras de la Plaza Grande, el Picadero, el Salón de Baile, el Coliseo y los jardines se prolongaron, a lo largo de diferentes etapas, hasta
1640.
El recinto palaciego sufrió graves desperfectos durante la
Guerra de la Independencia y, finalmente, fue demolido en la época de
Isabel II, ante la imposibilidad de recuperación. Sólo se conservan el
Salón de Reinos y el
Salón de Baile (o Casón del Buen Retiro), si bien con importantes transformaciones en relación con el diseño original.
En lo que respecta a los jardines, el
Parque de El Retiro es heredero del trazado llevado a cabo en la época de
Felipe IV, aunque su fisonomía actual responde a múltiples remodelaciones ejecutadas en periodos posteriores, principalmente en los siglos
XVIII y
XIX. Entre los elementos primitivos que aún se mantienen, cabe citar algunos complejos hidráulicos, como el Estanque Grande y la Ría Chica.
Además del
Buen Retiro, el monarca mostró una especial predilección por el
Real Sitio de
El Pardo, donde mandó construir el
Palacio de la Zarzuela, actual residencia de la
Familia Real, y ampliar la
Torre de la Parada, a partir de un diseño de
Juan Gómez de Mora. Este último edificio fue erigido como pabellón de caza por
Felipe II y resultó completamente destruido en el
siglo XVIII.
32
La arquitectura civil tiene en el
Palacio de santa Cruz y en la
Casa de la Villa, ambos proyectados por
Juan Gómez de Mora en el año
1629, dos notables exponentes.
El primero albergó la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y la Cárcel de Corte y, en la actualidad, acoge al
Ministerio de Asuntos Exteriores. Se estructura alrededor de dos patios cuadrangulares simétricos, unidos mediante un eje central que sirve de distribuidor y acceso al edificio. La horizontalidad de su fachada principal, que da a la Plaza de la Provincia, queda rota por los torreones laterales de inspiración
herreriana y la portada con dos niveles de triple vano. Fue terminado en
1636 y ha sido objeto de numerosas reformas en siglos posteriores.
Por su parte, la
Casa de la Villa fue diseñada como sede del gobierno municipal y Cárcel de Villa. Sus obras comenzaron en
1644, quince años después de realizarse el proyecto, y finalizaron en
1696. Junto a Gómez de Mora, colaboraron
José de Villarreal, a quien se debe el patio central,
Teodoro Ardemans y
José del Olmo.
Entre las residencias nobiliarias, figuran el Palacio del duque de Abrantes, construido por Juan Maza entre
1653 y
1655 y transformado sustancialmente en el
siglo XIX, y el
Palacio de la Moncloa. Este último fue erigido en el año
1642, a iniciativa de
Melchor Antonio Portocarrero y Lasso de la Vega, conde de Monclova y
virrey del Perú, su primer propietario. La estructura actual corresponde a la reconstrucción y ampliación llevadas a cabo en el
siglo XX, tras los daños sufridos durante la
Guerra Civil.
Arquitectura religiosa
La arquitectura religiosa del reinado de
Felipe IV presenta dos fases, coincidentes con los procesos evolutivos que se dieron en el arte
barroco español a lo largo del
siglo XVII.
En la primera mitad, se mantuvo la austeridad geométrica y espacial, arrastrada del
estilo herreriano, con escasos y calculados motivos ornamentales, salvo en los interiores, que, en clara contraposición, aparecían profusamente decorados. En la segunda mitad del siglo, el gusto por las formas favoreció un progresivo alejamiento del
clasicismo y la incorporación de motivos naturalistas en las fachadas.
Dentro de la primera corriente, que puede ser denominada como
barroco clasicista, se encuentran la
Colegiata de san Isidro, la Ermita de san Antonio de los Portugueses y el
Convento de san Plácido.
La
Colegiata de San Isidro (
1622–
1664) fue fundada como iglesia del antiguo
Colegio Imperial,
33 situado dentro del mismo complejo. El templo se debe a un proyecto del hermano jesuita
Pedro Sánchez de hacia
1620, iniciándose su construcción en 1622. A su muerte, en
1633, se hará cargo de la obra el hermano
Francisco Bautista junto con
Melchor de Bueras. Es de planta de
cruz latina y destaca por su fachada monumental, realizada en piedra de
granito y flanqueada por dos torres en los lados. Fue la
catedral provisional de
Madrid desde
1885 hasta
1993.
La Ermita de san Antonio de los Portugueses estuvo ubicada en una isla artifical, en medio de un estanque lobulado, dentro de los
Jardines del Buen Retiro. Fue edificada entre
1635 y
1637 por
Alonso Carbonel y derribada en
1761, para levantar, sobre su solar, la
Real Fábrica de Porcelana de la China, igualmente desaparecida. Su torre cuadrangular, rematada con
chapitel herreriano, y su suntuosa portada, configurada por cuatro grandes columnas de
mármol blanco y
capiteles de mármol negro, eran sus elementos más notables.
El edificio actual del
Convento de san Plácido, obra de
Lorenzo de San Nicolás, data de
1641. La decoración interior es la parte más sobresaliente y en él se conserva un
Cristo yacente de
Gregorio Fernández.
Conforme fue avanzando el
siglo XVII, los exteriores sobrios fueron perdiendo vigencia y se impuso un estilo plenamente
barroco, sin apenas concesiones al
clasicismo. Esta evolución puede apreciarse en la ya citada
Casa de la Villa, que, dado su prolongado proceso de construcción (el diseño se hizo en
1629 y el edificio se terminó en
1696), fue incorporando diferentes elementos ornamentales en su fachada clasicista, acordes con las nuevas tendencias.
La
Capilla de san Isidro ejemplifica el apogeo del
barroco. Fue construida como un anejo de la
iglesia de origen medieval de san Andrés para albergar los restos mortales de
san Isidro. La primera piedra se puso en
1642, a partir de un proyecto de
Pedro de la Torre. En
1657, José de Villarreal realizó un segundo proyecto, cuyas obras fueron inauguradas por
Felipe IV y su esposa
Mariana de Austria en un acto institucional. Fue terminada en
1699.
Junto a la
basílica neoclásica de
San Francisco el Grande (
siglo XVIII), se halla la Capilla del santo Cristo de los Dolores para la Venerable Orden Tercera de san Francisco (
1662–
1668), realizada por el arquitecto
Francisco Bautista. En su interior sobresale la decoración
barroca, con especial mención al
baldaquino, hecho en maderas,
jaspes y
mármoles, donde se guarda la talla del Cristo de los Dolores.
El Convento de Nuestra Señora de la Concepción o de las Góngoras es otro ejemplo del
barroco madrileño. Debe su nombre a Juan Jiménez de Góngora, ministro del
Consejo de Castilla, quien procedió a su creación, por encargo directo del rey, como ofrenda por el nacimiento de su hijo Carlos (a la postre
Carlos II). Fue inaugurado en
1665 y ampliado en
1669, según un proyecto de Manuel del Olmo.
Dentro del capítulo de arquitectura religiosa, también hay que destacar la reconstrucción de la
iglesia medieval de san Ginés, llevada a cabo, a partir de
1645, por el arquitecto Juan Ruiz. Es de planta de
cruz latina, de tres naves, con
crucero y
cúpula.
Escultura
Las numerosas fundaciones religiosas llevadas a cabo con
Felipe IV generaron una importante actividad
escultórica, destinada a la realización de tallas y retablos. Hacia
1646 se estableció en la Corte
Manuel Pereira, a quien se debe el retablo de la
Iglesia de San Andrés, desaparecido durante la
Guerra Civil, y la
estatua de San Bruno, considerada una de sus
obras maestras, que se conserva en la
Real Academia de Bellas Artes de san Fernando.
Fuera del ámbito religioso, la producción escultórica se desarrolló a través de dos vías: la ornamentación de calles y plazas, mediante la construcción de fuentes artísticas (es el caso de la
Fuente de Orfeo, diseñada por
Juan Gómez de Mora y terminada en
1629), y los encargos reales, entre los que sobresale la
estatua ecuestre de Felipe IV (
1634–
1640).
Se trata de las primera escultura a caballo del mundo en la que éste se sostiene únicamente sobre sus patas traseras.
34 Es obra de
Pietro Tacca, quien trabajó sobre unos
bocetos hechos por
Velázquez y, según la tradición, contó con el asesoramiento científico de
Galileo Galilei. Conocida como el
caballo de bronce, estuvo inialmente en el
Palacio del Buen Retiro y, en tiempos de
Isabel II, fue trasladada a la
Plaza de Oriente, su actual ubicación.
35
Urbanismo
En el terreno urbanístico,
Felipe IV ordenó la construcción de una cerca alrededor del casco urbano, mediante la cual quedaron establecidos los nuevos límites de la villa, tras los procesos expansivos de los periodos anteriores. Desde la fundación de
Madrid en el
siglo IX, había sido costumbre cercar el caserío, bien con una finalidad defensiva (murallas
musulmana y
cristiana), bien para el control fiscal de los abastos e inmigración (cerca medieval de los arrabales y Cerca de Felipe II).
La Cerca de Felipe IV provocó varios efectos en el desarrollo urbano: por un lado, impidió la expansión horizontal de
Madrid hasta bien entrado el
siglo XIX, cuando fue demolida y pudieron acometerse los primeros
ensanches; y, por otro, favoreció un cierto crecimiento vertical, dando lugar a las
corralas, viviendas dispuestas en varias alturas y organizadas en corredera, alrededor de un gran patio común.
De la citada cerca, realizada en ladrillo y
mampostería, aún se mantienen en pie algunos restos, como los situados en la Ronda de Segovia, en los alrededores de la
Puerta de Toledo.
El
Puente de Toledo es otro de los proyectos urbanísticos impulsados por el rey. Su función era enlazar directamente el casco urbano con el camino de
Toledo, salvando el
río Manzanares por la parte suroccidental de la ciudad. Fue construido por José de Villarreal entre
1649 y
1660, a partir de un proyecto de
Juan Gómez de Mora.
El puente quedó destruido en una riada y en
1671, durante el reinado de
Carlos II, se levantó uno nuevo, que también desapareció por los mismos motivos. La estructura definitiva que ha llegado a la actualidad corresponde al primer tercio del
siglo XVIII y es obra de
Pedro de Ribera.
Reinado de Carlos II
Fachada
barroca de la Catedral Arzobispal Castrense, antigua iglesia del Monasterio del santísimo Sacramento.
Con la llegada al trono de
Carlos II (r.
1665–
1700), se frenó el ritmo constructor del reinado anterior, sobre todo en lo que respecta a las edificaciones civiles. Entre éstas, tan sólo cabe mencionar la
Puerta de Felipe IV (
1680), que, pese a su nombre, fue erigida en honor de
María Luisa de Orleáns, primera esposa de
Carlos II. Trazada por
Melchor Bueras, estuvo inicialmente emplazada en la
Carrera de san Jerónimo, hasta su traslado, a mediados del
siglo XIX, a la calle de Alfonso XII, donde sirve de acceso al
Parque de El Retiro.
En cuanto a las fundaciones religiosas, se levantaron algunos templos de interés artístico, que abandonaron definitivamente el aspecto austero de la primera mitad del
siglo XVII e incorporaron plenamente las tendencias
barrocas.
Es el caso de la
Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, que forma parte del convento homónimo.
36 Fue trazada en el año
1668 por el arquitecto
Sebastián Herrera Barnuevo, si bien su proyecto fue transformado por Gaspar de la Peña, Juan de Torija,
Pedro de la Torre, Francisco Aspur y
Pedro de Ribera, que intervinieron, en diferentes fases, hasta la conclusión del conjunto en
1720. El edificio destaca por su exterior profusamente ornamentado, en especial la torre que flanquea uno de sus lados, con abundantes motivos naturalistas en su parte superior y alrededor de los vanos.
El gusto por las formas también está presente en la
Iglesia de las Calatravas (
1670–
1678), situada en la
calle de Alcalá. Se debe a un diseño de fray
Lorenzo de San Nicolás, terminado por Isidro Martínez y Gregorio Garrote. Presenta planta de
cruz latina y, en su
crucero, se alza una
cúpula con
tambor de ocho vanos, cuatro abiertos y cuatro cegados. La capilla mayor está adornada con un retablo de
José Benito de Churriguera, realizado en tiempos de
Felipe V.
Del Monasterio del santísimo Sacramento, fundado por Cristóbal Gómez de Sandoval en la época de
Felipe IV, sólo se conserva su iglesia, actual Catedral Arzobispal Castrense. El templo se construyó con
Carlos II, entre
1671 y
1744, a partir de un proyecto firmado por
Francisco Bautista, Manuel del Olmo y
Bartolomé Hurtado García.
Su fachada, labrada en
sillares de
granito, se estructura en tres niveles horizontales y está rematada por un
frontón circular. La decoración exterior consiste en diferentes molduras que recorren los vanos, con motivos naturales, y en un
relieve dedicado a san Benito y san Bernardo, instalado en el nivel intermedio.
Pese a las corrientes
barrocas del momento, el Convento de las Comendadoras de Santiago se aproxima más al arquetipo arquitectónico de la primera mitad del reinado de
Felipe IV, caracterizado por su sobriedad. El edificio, que empezó a construirse en
1667, destaca por su iglesia, de planta de
cruz griega, fachada inspirada en el modelo del
Real Monasterio de la Encarnación y torres con
chapiteles herrerianos en los lados.
Recorrido turístico y monumental
El Palacio del duque de Abrantes se construyó en el
siglo XVII y fue remodelado en el
siglo XIX.
Fachada del edificio de la Compañía Colonial, de estilo
modernista.
Vista de la Posada del Peine, fundada en
1610.
Las rutas turísticas que utilizan la expresión Madrid de los Austrias recorren la zona de mayor concentración monumental del espacio urbano comprendido dentro de la Cerca de Felipe IV, localizada en una parte de los barrios administrativos de Sol y Palacio.
En estos itinerarios prevalecen criterios de proximidad geográfica por encima de los estrictamente históricos y así, junto a los conjuntos monumentales de los siglos
XVI y
XVII, cuando reinó en
España la
Casa de Austria, son promocionados los construidos en otras épocas, por su cercanía con aquellos.
Calle Mayor
La
calle Mayor, que en la actualidad se extiende desde la
Puerta del Sol hasta la Cuesta de la Vega, constaba de cuatro tramos diferenciados en los siglos
XVI y
XVII, cada uno con una denominación distinta.
Con tal nombre sólo se conocía la parte extramuros,
37 comprendida entre la
Puerta del Sol y la plaza del Comandante de las Morenas. Desde aquí hasta la calle de los Milaneses, era designada como
Puerta de Guadalaxara (por ubicarse en este enclave el principal acceso de la antigua
muralla cristiana).
38 Hasta la
Plaza de la Villa, se utilizaba la expresión de Platerías, dada la abundancia de comercios de este tipo; y hasta la
Cuesta de la Vega, era designada como calle de la Almudena, por la desaparecida
iglesia del mismo nombre, fundada sobre una primitiva
mezquita.
La calle Mayor fue una de las más importantes del Madrid de los Austrias, al comunicar la zona del
Real Alcázar con la
Puerta del Sol y, desde aquí, con los caminos de
Alcalá de Henares y de los
Jerónimos, dos de las principales salidas de la ciudad.
Configurada por edificios entre tres y cuatro alturas, con soportales, destacó por su intensa actividad mercantil. En su entorno se instalaron los
gremios artesanales especializados en artículos de lujo, tales como como joyeros, plateros, sederos, bordadores de encajes y zapateros, entre otros.
Además de constituir un relevante foco comercial, fue el lugar de residencia de diferentes familias nobiliarias durante el
siglo XVII. Aún se conservan los palacios del marqués de Camarasa, de los
Consejos y del duque de Abrantes, este último con profundas transformaciones en relación con su aspecto original, fruto de las dos remodelaciones llevadas a cabo en el
siglo XIX, en las cuales se cambió su fachada principal y se demolieron sus dos torres laterales, de inspiración
herreriana. Entre los palacios desaparecidos, figura el del conde de Oñate.
La calle también tuvo un fuerte carácter institucional. En su tramo intermedio, enfrentada a la
Plaza de la Villa, estuvo la Parroquia del Salvador, donde el Concejo de Madrid celebraba sus juntas hasta la construcción de la
Casa de la Villa. También fue escenario de numerosos actos públicos, como desfiles y procesiones. Con el fin de que la Familia Real pudiera contemplar los mismos, el arquitecto
Juan de Villanueva incorporó en la fachada septentrional de la
Casa de la Villa, que da a la calle Mayor, la llamada galería de columnas toscanas (
1789).
En la calle Mayor tuvieron lugar distintos episodios históricos. En
1578 fue muerto a
estoque Juan Escobedo, secretario del Consejo de Hacienda durante el reinado de
Felipe II, y en
1622 fue asesinado
Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana. El 31 de mayo de
1906 se produjo un atentado fallido contra el rey
Alfonso XIII y su esposa,
Victoria Eugenia de Battenberg, durante el desfile celebrado el día de su boda. En la confluencia de las calles Mayor y Sacramento, se encuentra situado un monumento conmemorativo, que recuerda a las víctimas del suceso.
Lope de Vega (
1562–
1635) nació en el número 50 de la calle y
Calderón de la Barca (
1600–
1681) murió en el número 61, en la denominada
casa estrecha, donde residía con su hija adoptiva,
María Calderón la Calderona, actriz de teatro y amante de
Felipe IV.
Junto a los conjuntos monumentales de la época de los
Austrias, señalados anteriormente, la calle Mayor posee atractivos turísticos de periodos posteriores. Es el caso del edificio de la Compañía Colonial, de estilo
modernista; de la farmacia de la Reina Madre, fundada en
1913, sobre un antiguo establecimiento que proveía medicamentos a la reina
Isabel de Farnesio (
1692–
1766), de quien toma su nombre; y de la pastelería El Riojano, inaugurada en
1855 y prototipo del comercio tradicional del
siglo XIX.
Entorno
En el entorno de la calle Mayor, se hallan las plazas
Mayor y de la
Villa, ubicadas junto a su cara meridional. En esta parte se levanta también el
Mercado de san Miguel (
1913–
1916), que mantiene intacta su estructura original de hierro.
39
Cerca de su tramo final, se encuentran la
Catedral Arzobispal Castrense y la
Iglesia de san Nicolás de los Servitas, una de las más antiguas de la ciudad. Esta última aparece citada en el Fuero de
Madrid de
1202 y su elemento de mayor interés arquitectónico es su torre
mudéjar, con arquerías ciegas, que data probablemente del
siglo XII. Aquí estuvo enterrado el arquitecto
Juan de Herrera en el año
1597.
En las proximidades de este templo, se halla el Cuartel de san Nicolás, edificio del
siglo XVI, que sirvió de residencia a los condes de Chinchón y más tarde al marqués de Tolosa.
Plaza de la Villa
La
Plaza de la Villa fue uno de los núcleos más transitados del Madrid
medieval, por su ubicación a medio camino entre la Puerta de Guadalaxara y la de la Vega, situadas en los extremos oriental y occidental, respectivamente, de la desaparecida
muralla cristiana.
40
En el
siglo XV, el rey
Enrique IV de Castilla (
1425–
1474) impulsó su urbanización, coincidiendo con la otorgación del título de Muy Noble y Muy Leal a la ciudad, al tiempo que cambió su nombre primitivo, Plaza del Salvador, por el actual.
La cara occidental de la plaza está presidida por la
Casa de la Villa, proyectada en el primer tercio del
siglo XVII. En el lado oriental se encuentra el conjunto formado por la
Casa y Torre de los Lujanes, uno de los edificios civiles más antiguos que se conservan en
Madrid, y la Casa de Álvaro de Luján (
1494). En el meridional se alza la
Casa de Cisneros.
La
Casa y Torre de los Lujanes data del
siglo XV. Es de estilo
gótico–
mudéjar y en su portada principal hay instalados varios escudos de la familia de los Lujanes, su primera propietaria. Según la tradición, en el torreón estuvo alojado el rey
Francisco I de
Francia (
1494–
1547), hecho prisionero en la
Batalla de Pavía (
1525).
41
La
Casa de Cisneros fue levantada en el año
1537. Toma su nombre de Benito Jiménez de Cisneros, su promotor y sobrino del
cardenal Cisneros (
1436–
1517). La fachada que da la plaza es una construcción historicista de principios del
siglo XX, realizada por
Luis Bellido y González, mientras que la situada en la calle de Sacramento es la original
plateresca. Está unida con
Casa de la Villa mediante un pasadizo, obra del citado arquitecto, que salva la calle de Madrid.
En el centro del recinto se alza el Monumento a
Álvaro de Bazán, erigido en
1888 a iniciativa municipal. La estatua, realizada en
bronce, se debe a
Mariano Benlliure.
Plaza Mayor
La
Plaza Mayor es uno de los proyectos urbanísticos que mejor definen al Madrid de los Austrias. Se asienta sobre la antigua Plaza del Arrabal, llamada así por su situación extramuros,
37 entre los
arrabales de San Martín y de Santa Cruz, justo en la encrucijada donde partían los caminos de
Toledo y del Santuario de
Nuestra Señora de Atocha.
Durante el
siglo XV, la Plaza del Arrabal fue el centro comercial de la villa, donde se celebraban los mercados más importantes. Esta función desapareció en el
siglo XVI, cuando
Felipe II encargó a
Juan de Herrera la primera ordenación urbanística del enclave y, definitivamente, con el diseño de
Juan Gómez de Mora, llevado a cabo durante el reinado de
Felipe III, el principal impulsor de la
Plaza Mayor.
La plaza fue concebida como un espacio cortesano y escenario de los principales actos públicos, tanto los de carácter civil como los religiosos. Ha sufrido tres grandes incendios a lo largo de la historia, el último de los cuales, acaecido en
1790, dio lugar a su última gran remodelación, realizada por el arquitecto
Juan de Villanueva.
Éste transformó el trazado original, reduciendo el número de plantas de los edificios circundantes, de cinco a tres, con objeto de homogoneizar la altura de todo el conjunto a partir de la referencia marcada por la
Casa de la Panadería. También cerró completamente el
perímetro del recinto, a partir de un sistema de accesos dispuestos en grandes arcadas, que sustituyó a las vías abiertas del diseño primitivo.
La plaza está porticada y tiene planta rectangular. Sus lados septentrional y meridional, de 129 m de largo cada uno, están presididos por las Casas de la
Panadería y de la
Carnicería, respectivamente. Los otros dos tienen una longitud de 94 m. En su parte central se encuentra la estatua ecuestre de
Felipe III (
1616), orientada al oeste.
Entorno
La construcción de la
Plaza Mayor significó la ordenación urbanística de su entorno más inmediato. La Cava de san Miguel, vía que bordea la plaza por su cara occidental, fue una de las zonas más afectadas, junto con la calle de Toledo, que arranca en el lado meridional.
En la Cava de san Miguel fue necesario reconstruir la práctica totalidad del caserío existente en la acera impar, para salvar el desnivel existente. Se elevó la altura de los inmuebles aquí situados hasta un total de ocho plantas, algo insólito en las viviendas de la época, si bien, durante la remodelación de
Juan de Villanueva, fueron suprimidas dos.
En esta reforma se levantó el
Arco de Cuchilleros, uno de los nueve accesos de la
Plaza Mayor, que comunica ésta con la Cava de san Miguel y la calle de Cuchilleros, atravesando los bajos de los citados edificios.
También se intervino sobre el tramo inicial de la calle de Toledo, con la realización del llamado
Portal de Cofreros, conjunto de viviendas de tres y cuatro plantas, que presentan soportales
adintelados en su parte inferior. Fueron proyectados por
Juan Gómez de Mora en el
siglo XVII, pero su aspecto actual se debe al proyecto ideado por
Villanueva en el
siglo XVIII.
La
Plaza Mayor, uno de los lugares más visitados de
Madrid, reúne numerosos establecimientos de hostelería y comercio en su área de influencia. Cabe destacar los mesones de la Cava de san Miguel y de la calle de Cuchilleros, así como el restaurante
Sobrino de Botín, ubicado en esta última vía. Fue fundado en
1725 como Casa Botín y está considerado uno de los más antiguos del mundo.
42
Por su parte, la
Posada del Peine tiene su origen en
1610. Situada en la confluencia de las calles del Marqués Viudo de Pontejos y de las Postas, alberga en la actualidad un moderno hotel. Consta de dos edificios, uno de los cuales aún conserva la fachada original de principios del
siglo XVII.
Calles de san Justo y Sacramento
Las calles de san Justo y Sacramento, junto con la
Plaza del Cordón, conforman un único eje viario, mediante el cual se comunica, siguiendo la dirección sudeste-noroeste, la
Plaza de Puerta Cerrada con la calles Mayor y Pretil de los Consejos. Esta zona destaca por su elevada concentración de palacios y casas nobiliarias, que reflejan la función residencial desarrollada en los siglos
XVI,
XVII y
XVIII.
La calle de san Justo tuvo además un fuerte componente religioso. En ella se encontraba la iglesia medieval de los
Santos Justo y Pastor, anterior al
siglo XIII, que desapareció en
1690 en un incendio.
43 Sobre su solar, el arquitecto
Santiago Bonavía construyó la
Basílica Pontificia de san Miguel (
1739–
1745), un templo de clara influencia italiana, en el que sobresale su fachada convexa, única en el
barroco madrileño.
Junto a este edificio se halla el
Palacio Arzobispal, también
barroco, promovido por el cardenal-infante
Luis Antonio de Borbón y Farnesio y el cardenal
Francisco Antonio de Lorenzana, en el
siglo XVIII.
En el tramo final de esta vía, se sitúa la Casa de
Iván de Vargas, donde, según la tradición, vivió el patrono que dio trabajo y cobijo a
san Isidro.
44 Se desconoce el origen exacto del edificio, aunque se sabe que fue reformado entre los siglos
XVI y
XVII. El Ayuntamiento de Madrid procedió a su demolición en
2002, ante su mal estado de conservación, y está prevista la inauguración de una réplica en
2010.
45
La Plaza del Cordón actúa como línea divisoria entre las calles de san Justo y Sacramento. Este pequeño recinto está presidido, en su lado meridional, por el Palacio del Cordón (
1692), del que toma su nombre; y, en el septentrional, por la fachada
plateresca de la
Casa de Cisneros (
1537), que también da la
Plaza de la Villa, por su cara norte.
En lo que respecta a la calle de Sacramento, hay que mencionar tres construcciones de interés histórico-artístico: los jardines del Palacio del marqués de Camarasa, cuya fachada principal se encuentra en la calle Mayor; el Palacio del conde O'Reilly, proyectado por Pedro Hernández en
1725; y la Catedral Arzobispal Castrense, mencionada anteriormente, que formaba parte del desaparecido Convento del santísimo Sacramento, al que la calle debe su topónimo.
Este convento fue fundado en
1615 por
Cristóbal Gómez de Sandoval y de la Cerda, duque de Uceda y valido de
Felipe III, como un anexo del
Palacio de los Consejos (en la calle Mayor), donde residía. En los
años setenta del
siglo XX fue derribado y su solar lo ocupa actualmente un bloque de viviendas.
Los jardines conventuales son los únicos restos que se conservan. Se extienden sobre un terraplén artificial, situado en la parte posterior del citado edificio, que da a la Plaza de la Cruz Verde.
Entorno
thumb|right|250px|Casa-palacio de Domingo Trespalacios.
La calle de Toledo en una fotografía de
1890.
Arco de la
Iglesia de san Andrés, donde estaba instalado el pasadizo voladizo que comunicaba con el Palacio de los Lasso de Vega, utilizado por los
Reyes Católicos para acceder al templo.
En las inmediaciones de la calle de san Justo, hacia el norte, se encuentran las plazas del conde de Barajas, donde estuvo el palacio homónimo, y del conde de Miranda. En esta última tiene su acceso principal el Monasterio del Corpus Christi (o de las Carboneras), fundado en
1607 por Beatriz Ramírez de Mendoza, condesa de Castellar. Es una de las pocas construcciones del Madrid de los Austrias que no ha sido objeto de grandes reformas o transformaciones posteriores.
Junto a este edificio, se halla la Casa-Palacio de los condes de Miranda, del
siglo XVII. Presenta tres alturas y sigue el modelo imperante en la época de reservar la planta intermedia a la residencia nobiliaria y la baja a los servicios domésticos y a las estancias de los criados.
Plazas de la Provincia y de santa Cruz
La Plaza de la Provincia se encuentra al sudeste de la
Plaza Mayor. En sus caras septentrional y occidental está porticada, mediante soportales
adintelados, mientras que, hacia el este, el recinto queda abierto a través de la contigua plaza de Santa Cruz y el tramo inicial de la calle de Atocha.
El
Palacio de santa Cruz, que se eleva sobre su lado meridional, define el conjunto. Su fachada principal, inspirada en la arquitectura clásica italiana y española, destaca por la simetría de su composición y por el bicromatismo de los materiales de construcción, procedente de los tonos
rojizos del ladrillo empleado en los lienzos y de los
grisáceos de la piedra de
granito, instalada en la portada y en las
dovelas que recorren los vanos y las esquinas de las torres laterales.
En uno de los extremos de la plaza, se ubica la
Fuente de Orfeo, reproducción de finales del
siglo XX de la estructura original del
siglo XVII. Ésta fue diseñada por el arquitecto
Juan Gómez de Mora y esculpida por Gaspar Ordóñez en
1629. Se demolió en
1865, si bien el grupo escultórico que preside la fuente, en el que se representa al personaje mitológico de
Orfeo, se conserva en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En sus inmediaciones, se encuentra un monumento que recuerda el ingreso de
España en la
Unión Europea en el año
1986.
Por su parte, la Plaza de santa Cruz es un espacio rectangular, que aparece porticado únicamente por su frente occidental. Se extiende sobre el solar de la desaparecida Iglesia de santa Cruz, de la que toma su denominación.
46 Este templo, fundado en el
siglo XIII para conmemorar el triunfo de
Alfonso VIII de Castilla en la
Batalla de las Navas de Tolosa y derribado en
1868, fue uno de los más importantes del Madrid medieval, dado su emplazamiento en uno de los arrabales de mayor expansión demográfica. Su torre, conocida, a partir del
siglo XVI, como Atalaya de la Corte, medía 144
pies de altura y era una de las más altas de la villa.
La
Iglesia de santa Cruz fue refundada a finales del
siglo XIX, muy cerca de su emplazamiento original, al inicio de la calle de Atocha. El edificio actual, construido entre
1889 y
1902 por el arquitecto
Francisco de Cubas, es de estilo
neogótico y consta de una sola nave, con ocho capillas laterales. Su fachada está formada por un gran arco apuntado, con
arquivoltas, cuya parte interior está decorada con un relieve de
Aniceto Marinas. La torre, de 85 m, emula en altura a la medieval.
Entorno
En la calle de la Bolsa, que enlaza la
Plaza de Santa Cruz con la de
Jacinto Benavente, se halla la llamada Capilla de la Bolsa, de estilo
barroco, hoy convertida en restaurante. Estuvo adscrita a la Parroquia de santa Cruz y, en el siglo
siglo XIX, pasó a formar parte del edificio que albergó las primeras instalaciones de la
Bolsa de Madrid.
47
Al final de la calle, se levanta la Casa de los Cinco Gremios, cuyas obras se iniciaron en
1788, a partir de un proyecto de José de la Ballina. Fue la sede de la asociación de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, formada por sederos, pañeros, lenceros, joyeros y merceros y constituida a finales del
siglo XVII.
El
Palacio del duque de Rivas (o de Viana) está situado en la calle de Concepción Jerónima, junto a la parte posterior del
Palacio de Santa Cruz. Tiene sus orígenes en
1499, cuando se construyó una primitiva casa solariega de estilo
renacentista, si bien el edificio actual es del
siglo XVIII, con profundas transformaciones llevadas a cabo en
1843 por el arquitecto Francisco Javier Mariategui.
Calle de Toledo
El tramo inicial de la calle de Toledo, que va desde la
Plaza Mayor hasta la
Puerta de Toledo, se configuró en los siglos
XV,
XVI y
XVII, a partir del camino que conducía a la actual
capital castellano-manchega.
El
Portal de Cofreros, la
Colegiata de san Isidro y los
Reales Estudios de san Isidro, que ocupan las antiguas dependencias del
Colegio Imperial, son los únicos edificios de interés histórico-artístico de la época de los
Austrias que han llegado a la actualidad.
En cambio, no se conserva ningún vestigio de la dinastía de los
Trastámara, tras la demolición en
1904 del
Hospital de La Latina y del convento homónimo, fundados en
1499 por
Beatriz Galindo la Latina. Del complejo hospitalario se rescató su portada, que se exhibe en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la
Universidad Politécnica de Madrid, en la
Ciudad Universitaria. Realizada en piedra de
caliza, está formada por un
arco en punta, sobre el que hay instalados dos escudos de armas y un grupo escultórico.
En su tramo final, la calle de Toledo se ensancha notablemente, fruto de los diferentes proyectos de ordenación llevados a cabo en tiempos de los
Borbones. Esta parte se extiende desde la la
Puerta de Toledo (
1817–
1827), concebida como un arco de entrada triunfal para el rey
Fernando VII, hasta el
puente homónimo (
1719–
1732),
obra maestra del arquitecto
Pedro de Ribera, concluida con
Fernando VI.
Estas dos construcciones son herederas de distintos planes urbanísticos desarrollados en periodos anteriores. En el entorno del desaparecido Hospital de La Latina, cerca de la confluencia de la calle de Toledo con la Plaza de la Cebada, existió una primera puerta, que permitía el acceso a la ciudad a través de la Cerca de
Enrique IV. En
1625, fue levantada la Cerca de Felipe IV, que rebasó el perímetro del casco urbano medieval, con lo que esta primitiva puerta quedó en desuso y se procedió a la edificación de una nueva.
Con respecto al puente, hubo dos anteriores, conocidos como de la Toledana. Fueron proyectados durante los reinados de
Felipe IV y
Carlos II y destruidos por sendas crecidas del
río Manzanares. El segundo de ellos, incluso, fue objeto de una reconstrucción, que igualmente sucumbió ante las riadas.
La Fuentecilla también corresponde a la época de los
Borbones. Se trata de una fuente monumental, erigida en honor de
Fernando VII. Se terminó en el año
1815 y en su construcción se emplearon materiales procedentes de la desaparecida Fuente de la Abundancia (
siglo XVII), atribuida a
Alonso Cano, que estuvo en la Plaza de la Cebada.
Entorno
En las inmediaciones de la calle de Toledo, se extiende la
Plaza de Puerta Cerrada, que destaca por las pinturas murales de los edificios que conforman su contorno, realizadas en el
siglo XX, durante el mandato de
Enrique Tierno Galván; y por la cruz de piedra que preside su parte central, labrada en el
siglo XIX.
En este recinto se encontraba una de las puertas de acceso de la antigua
muralla cristiana. Conocida inicialmente como Puerta de la Culebra, en alusión al
relieve de dragón instalado en su frontal, cambió su denominación cuando las autoridades municipales decidieron clausurarla, como medida para evitar los delitos que tenían lugar en su interior. Aún se conservan algunos restos de su pasado medieval, caso de algunos lienzos de la muralla, integrados en la estructura de diferentes inmuebles.
48
La plaza estuvo decorada con una fuente monumental, realizada en el
siglo XVIII. Su grupo escultórico principal, dedicado a la diosa mitológica
Diana, fue trasladado en
1850 a la
Fuente de Diana Cazadora, situada en la Plaza de la Cruz Verde.
Otra de las plazas próximas a la calle de Toledo es la de la
Cebada, surgida en el
siglo XV, a extramuros de la
Puerta de Moros.
37 Nunca fue un lugar urbanizado, sino un espacio vacío, cuya amplitud fue aprovechada para la celebración de los mercados de cereales, legumbres y otros productos alimenticios. Debe su nombre a la costumbre de separar la cebada que iba destinada a los caballos de la Corona y la que iba a los regimientos de caballería.
49
En el
siglo XIX, se construyó sobre su solar un mercado de 6.223 m² (
1870–
1875), en hierro y cristal, obra del arquitecto Mariano Calvo Pereira. Fue demolido en
1956 y sustituido por un nuevo mercado y un complejo polideportivo, que, según ha anunciado el Ayuntamiento de Madrid, van a ser objeto de una próxima ordenación urbanística.
50 51
Por su parte, las calles de la
Cava Baja y
Cava Alta se configuraron tras el derribo de la
muralla cristiana. Su nombre proviene de los fosos existentes en la base de esta construcción militar, que, durante la
Edad Media, eran utilizados como vías de escape en caso de situaciones de peligro. La zona fue un lugar de hospedaje entre los siglos
XV y
XIX y albergaba numerosas posadas, como la de Las Ánimas, la de Vulcano, la del Pavo Real o la de San José. Entre las más antiguas que se conservan figuran la de la Villa (
1642), la de San Pedro o Mesón del Segoviano (
1720) y la del Dragón (
1868), en la actualidad reconvertidas en restaurantes o tabernas o en desuso.
En el entorno de la
Puerta de Toledo, en la zona de influencia de la Gran Vía de san Francisco, se encuentran la
Iglesia de la Paloma (
1896–
1912), de estilo neomudéjar, y el Hospital de la Venerable Orden Tercera Franciscana (
1679–
1686), articulado alrededor de un patio de dos plantas.
Plaza de la Paja
La
Plaza de la Paja fue uno de los dos
zocos con los que contaba la villa durante la dominación musulmana de la
Península Ibérica. Con la conquista cristiana de
Madrid (año
1085), se convirtió en el centro comercial de la ciudad, en menoscabo de la
Plaza de la Villa, el otro de los
zocos citados. A partir del
siglo XV, perdió esta función, al crearse la Plaza del Arrabal (actual
Plaza Mayor), donde se trasladaron los mercados más importantes.
La
Iglesia de san Andrés, que se encuentra en las inmediaciones de la plaza, es el único resto
medieval aún en pie, si bien hay que tener en cuenta que su aspecto actual corresponde a la remodelación realizada en el
siglo XVII, tras arruinarse la capilla mayor. Entre las construcciones de la
Edad Media desaparecidas, cabe señalar el Palacio de los Lasso de Vega, donde se alojaron en diferentes ocasiones los
Reyes Católicos. Un pasadizo voladizo comunicaba este edificio con la iglesia, con objeto de que los monarcas tuvieran acceso directo a la misma.
En lo que respecta a la época de los
Austrias, la plaza reúne uno de los monumentos de mayor valor arquitectónico y escultórico del reinado de
Carlos I, entre los que se conservan en
Madrid. La
Capilla del Obispo (
1520–
1535) combina el
gótico tardío, presente en su única nave y
ábside poligonal, con el estilo
plateresco, que puede apreciarse en su fachada septentrional y en su decoración interior.
Su retablo mayor y los sepulcros en
alabastro de Gutierre de Vargas y Carvajal, Francisco de Vargas e Inés Carvajal se deben al escultor
Francisco Giralte.
52
Junto a este templo, se halla el Palacio de los Vargas, levantado en el
siglo XVI y transformado sustancialmente en el
siglo XX. Otro de los recintos de interés histórico-artístico de la plaza es el
Jardín del Príncipe de Anglona, del
siglo XVIII. Forma parte del
palacio homónimo, que fue construido en el último tercio del
siglo XVII, aunque también fue reformado posteriormente.
Entorno
Muy cerca de la
Plaza de la Paja, en la calle de Alfonso VI, está situado el
Colegio de san Ildefonso, famoso porque sus alumnos cantan los premios de la
Lotería de Navidad. Se trata del centro de enseñanza infantil más antiguo de
Madrid, si bien sus orígenes no están claros. Su edificio actual data de finales del
siglo XIX.
Otro recinto de interés histórico es la
Plaza del Alamillo, un espacio rectangular situado en el antiguo arrabal
morisco de la Morería, que, en la época
medieval, probablemente albergó la sede del
alamud o
alamín, un tribunal musulmán, de donde posiblemente provenga su topónimo.
Calle de Segovia
La
calle de Segovia se extiende sobre el barranco del desaparecido arroyo de San Pedro, que, según las teorías más aceptadas, era conocido como Matrice (arroyo matriz, arroyo madre) en la época premusulmana. De este topónimo proviene probablemente el nombre de la ciudad.
53
Durante la dominación
islámica, el riachuelo marcaba la línea divisoria entre el núcleo fundacional de
Madrid, que quedaba en su lado norte, y el arrabal
mozárabe surgido en la parte meridional de su cauce. Con la conquista cristiana de la villa en el
siglo XI, esta última zona dio cobijo a la población
morisca y pasó a ser conocida como Barrio de la Morería, topónimo que aún se mantiene.
Por entonces, la
calle de Segovia no existía. Se configuró en el
siglo XVI con la denominación de calle Real Nueva, en el contexto de un plan urbanístico, impulsado por
Felipe II, con el que se pretendía comunicar el camino de Segovia con el
Real Alcázar a través de una avenida de aire monumental.
El proyecto no pudo realizarse en su totalidad y las obras se limitaron al derribo de diferentes inmuebles y a la nivelación de los terrenos. Esto explica el desigual trazado de la vía, rectilíneo en sus últimos tramos (desde la Plaza de la Cruz Verde hasta su encuentro con el
Puente de Segovia) y sinuoso en los iniciales, hasta entroncar con la
Plaza de Puerta Cerrada.
El
Puente de Segovia (
1582–
1584), atribuido a
Juan de Herrera, es también fruto del citado plan urbanístico. Consta de nueve ojos, formados por
arcos de medio punto almohadillados, y está construido enteramente en
sillares de
granito. Hubo un puente anterior, posiblemente del
siglo XIV, cuyos restos fueron descubiertos en
2006, durante las obras de soterramiento de la
M-30.
54
En sus inmediaciones, lindando con el
Campo del Moro, se halla el Parque de Atenas (
1971), que fue levantado sobre el solar del antiguo Campo de la Tela, donde el monarca celebraba juegos
caballerescos.
El
Viaducto de Segovia (
1934) es tal vez la construcción que mejor define a la calle. Fue erigido en
hormigón, para prolongar la calle de Bailén, que discurre por su parte superior. Salva el barranco del arroyo de San Pedro, por medio de tres
bóvedas, de 35 m de luz y 23 m de altura en su punto máximo. A sus pies se encuentran los restos de la Casa del Pastor, del
siglo XVIII. Sólo se conserva parcialmente una de sus fachadas, integrada en la estructura de un bloque de viviendas, en la que hay instalado un
escudo de armas de Madrid del
siglo XVI.
El edificio más antiguo de la calle es la
Iglesia de san Pedro el Viejo, que destaca por su torre
mudéjar, del
siglo XIV. El templo presenta diferentes estilos, resultado de las reformas y ampliaciones ejecutadas entre los siglos
XV y
XVII. En su interior, cabe mencionar la Capilla de los Luján, del
siglo XVI, y el retablo mayor, obra de Sebastián Benavente, terminada en
1671. Junto a este conjunto se alza el
Palacio del Príncipe de Anglona.
La Plaza de la Cruz Verde se sitúa en el punto central de la calle de Segovia. Es de planta rectangular y está presidida por un terraplén artificial, en cuya parte superior se extienden los jardines del desaparecido Convento del santísimo Sacramento y, en la inferior, la
Fuente de Diana cazadora (
1850).
Entorno
En las cercanías de la
calle de Segovia se extiende la calle del Nuncio, que, como aquella, también tiene su origen en la
Plaza de Puerta Cerrada. Toma su nombre del Palacio de la Nunciatura, construido en el
siglo XVII y transformado hacia
1735 por el arquitecto Manuel de Moradillo. De estilo
barroco, se estructura alrededor de un patio interior rectangular, en el que sobresale la galería de la planta baja, con
bóvedas de arista.
En las inmediaciones de este edificio, se levanta la casa-palacio que sirve de sede de la
Federación Española de Municipios y Provincias, de la segunda mitad del
siglo XVI.
Carrera de san Francisco y plaza de los Carros
La Carrera de san Francisco es uno de los principales ejes viarios de
La Latina, un barrio sin entidad administativa que toma su nombre del hospital fundado en
1499 por
Beatriz Galindo la Latina.
Esta calle se fue configurando a lo largo de los siglos
XVI y
XVII alrededor del antiguo camino que conducía al convento medieval de san Francisco, surgido en el año
1217. Del primitivo edificio de esta institución religiosa no se conserva prácticamente ningún resto, ya que fue demolido en
1760 y sustituido por un nuevo complejo conventual, de mayores dimensiones, cuyo elemento arquitectónico más sobresaliente es, sin duda, la
Real Basílica de san Francisco el Grande, de
estilo neoclásico.
El citado templo fue proyectado en
1761 por
Francisco Cabezas, quien concibió una estructura de planta circular, cubierta por una
cúpula de 33 m de
diámetro, que está considerada como una de las más grandes de la cristiandad.
55 Las obras culminaron en
1776, bajo la dirección del arquitecto real
Francesco Sabatini, autor de la fachada principal. La basílica también destaca por su suntuosa decoración interior, realizada en el
siglo XIX, y por su pinacoteca, con cuadros de
Goya y
Zurbarán, entre otros artistas.
La Carrera de san Francisco sigue la dirección nordeste-suroeste. Arranca en la plaza de la Puerta de Moros, un ensanche de la propia calle donde confluyen otras tres plazas, la de los Carros, la de san Andrés y la del Humilladero. Todas ellas forman un único espacio, peatonalizado en su mayor parte, cuya continuidad queda únicamente rota por la presencia de una pequeña manzana de edificios, que aparece en la parte central.
En este recinto se encontraba la Puerta de Moros, una de las entradas de la desaparecida
muralla medieval, a través de la cual se accedía al Barrio de la Morería, del que toma su nombre. Alrededor de la puerta se desarrollaba una intensa actividad comercial, ya que comunicaba la plaza de la Cebada (extramuros), lugar de celebración de diferentes mercados de productos alimenticios, con la de los Carros (intramuros), donde paraban los carros que transportaban las mercancías.
En la plaza de los Carros se halla la
Capilla de san Isidro (
1642–
1669), una de las tres construcciones que integran el
complejo parroquial de san Andrés. De estilo
barroco, presenta planta rectangular y está coronada por una
cúpula encamomada, con
linterna.
56 Próximo a este templo, se alza el Palacio de la duquesa del Infantado, en la actualidad propiedad de la
Universidad CEU San Pablo, que fue construido en el
siglo XVIII. En su interior se exhibe un portalón
renacentista, procedente del
Castillo de La Calahorra (
Granada).
Otro de los atractivos turísticos de la plaza de los Carros es el mural pintado en las paredes de uno de los edificios que conforman su contorno, en el que, a modo de trampantojo, se simula una fachada.
El Palacio de los condes de Paredes de Nava o Casa de san Isidro, que sirve de sede del
Museo de los Orígenes, está enclavado en la contigua plaza de san Andrés. Fue edificado en la primera mitad del
siglo XVI y rehabilitado en
1974, dado su estado de deterioro. En
1984 fue objeto de una nueva reforma, para transformarlo en un museo sobre la prehistoria e historia de la ciudad. Según la tradición, en su solar estuvo la casa donde vivió
san Isidro, así como el pozo donde tuvo lugar uno de los milagros atribuidos al santo. Éste puede contemplarse en una de las dependencias.
Por su parte, la plaza del Humilladero toma su denominación de la costumbre de
humillarse delante de la imagen religiosa que estuvo allí instalada, siguiendo la costumbre española de situar cruces u otro tipo de símbolos cristianos en las entradas y salidas de las ciudades. Es de planta rectangular y está delimitada por bloques de viviendas de finales del
siglo XIX y principios del
XX.
En el entramado viario que se extiende hacia el norte de estas plazas, se conservan distintos vestigios de la
muralla cristiana de Madrid, entre los que cabe citar los situados en las calles de los Mancebos y del Almendro. Hacia el oeste, se halla la Casa Corredor del Duque del Infantado (
1711), obra de Teodoro Ardemans.
Puerta del Sol
La plaza de la
Puerta del Sol debe su aspecto actual a la ordenación urbanística llevada a cabo entre
1857 y
1862, cuando se procedió a la demolición de varias
manzanas, para crear, sobre los solares liberados, un gran espacio público de planta semicircular y contorno arquitectónicamente unificado.
En los frentes septentrional, oriental y occidental se levantaron nuevos edificios a partir de trazas homogéneas, mientras que, en el meridional, se conservó la mayor parte de las construcciones anteriores. Entre éstas cabe destacar la
Real Casa de Correos, actual sede de la
Presidencia de la Comunidad de Madrid, que fue proyectada en
1768 por el arquitecto francés Jaime Marquet, y las
Casas de Cordero (
1842–
1845), que toman su nombre de
Santiago Alonso Cordero, su promotor, ejemplo de la
arquitectura residencial de la época.
Hasta la reforma del
siglo XIX, la Puerta del Sol no estaba configurada como tal plaza, sino como un ensanche, formado por la confluencia de dos de los principales ejes viarios del Madrid
medieval, las calles Mayor y del Arenal. Ambas vías se cruzan en ese punto, extendiéndose más allá, a través de la Carrera de san Jerónimo y de la
calle de Alcalá, respectivamente. Este trazado en forma de X refleja el crecimiento desordenado experimentado por
Madrid a partir de su designación como capital en
1561. La expansión urbana se vertebró alrededor de las calles medievales más importantes, que se prolongaron buscando los caminos de salida de la ciudad.
57
La Puerta del Sol fue el centro popular y principal punto de encuentro del Madrid de los Austrias, favorecida por su ubicación justo en la intersección del citado cruce viario. Buena parte de esta actividad social se concentraba en la lonja del
Convento de san Felipe el Real, fundado en
1546 y demolido en
1838, que estuvo situado en el ángulo suroccidental de la plaza, donde hoy se elevan las Casas de Cordero. A las llamadas Gradas de san Felipe, conocidas también con el sobrenombre del
mentidero de la villa,
58 concurrían diariamente numerosos vecinos en busca de noticias y rumores. De este lugar
Mesonero Romanos llegó a decir que «daba las noticias de los sucesos antes de que éstos hubiesen ocurrido».
59
Además del
Convento de san Felipe el Real, también fueron derribados el
Hospital del Buen Suceso, una institución itinerante que el emperador
Carlos I estableció de forma fija en
Madrid, y el Convento de la Victoria, del año
1561, que se encontraba en la cara sur del recinto, en el espacio que hoy ocupan el tramo inicial de la
calle de Espoz y Mina y el
Pasaje Matheu.
Con respecto al topónimo de la plaza, no está claro su origen, si bien la tradición apunta a la posible existencia de una puerta medieval, que estaba adornada con un
relieve de un sol, mediante la cual se traspasaba la Cerca de
Enrique IV.
Conjuntos escultóricos
En la
Puerta del Sol se ubican tres conjuntos escultóricos de interés artístico o simbólico. El de mayores dimensiones es la
estatua ecuestre de Carlos III, que domina el recinto. Se trata de una reproducción en bronce de una obra de
Juan Pascual de Mena (
1707–
1784), conservada en la
Real Academia de Bellas Artes de san Fernando. Fue inaugurada en el año
1994, durante el mandato del alcalde
José María Álvarez del Manzano.
En
1967 fue instalada la
estatua del Oso y el Madroño, una representación en bronce de los símbolos heráldicos de la villa, y en
1986 una réplica de
La Mariblanca, colocada durante la remodelación de la plaza promovida por
Enrique Tierno Galván. Con este nombre se conocía popularmente a una pequeña escultura de la diosa
Venus, integrada en una fuente monumental del
siglo XVII, que estuvo en la plaza hasta
1838. Fue realizada en
1625 por Rutilio Gacci.
Entorno
La
Puerta del Sol es uno de los principales focos comerciales de
Madrid, principalmente las calles de
Preciados y del [[Carmen, que arrancan en la cara septentrional de la plaza. La primera, en concreto, está considerada como la vía comercial más cara de
España.
60
En las calles que nacen en el lado meridional también existen numerosos establecimientos. Algunos de ellos responden al estándar comercial de finales del
siglo XIX y principios del
XX, heredero, a su vez, del modelo
gremial imperante en la
Edad Media y en la época de los
Austrias. Es el caso de las tiendas situadas en la zona de influencia de la
plaza de Pontejos, especializadas en encajes, bordados, paños, botones, cintas, adornos de costura y cordeles, entre otros artículos textiles.
En el plano artístico, el entorno más inmediato de la
Puerta del Sol cuenta con dos edificios de interés arquitectónico. La Iglesia del Carmen (
1611–
1640), en la calle homónima, es de planta de
cruz latina con una sola nave y capillas laterales. En
1950 se modificó sustancialmente su estructura, al recortarse la nave por su lado norte y construirse una nueva fachada en esta parte, en la que se ubicó la portada barroca de la desaparecida Parroquia de san Luis Obispo.
Por su parte, la
Real Casa de Postas (
1795–
1800) fue levantada como un anexo de la
Real Casa de Correos. Situada en la plaza de Pontejos, es de planta irregular de cinco lados y presenta patio central. Su acceso, en chaflán, está integrado por un
arco de medio punto, flanqueado por dos columnas
jónicas.
Calle del Arenal
La calle del Arenal es una de las diez vías que nacen en la
Puerta del Sol. Arranca en su parte occidental y sigue la dirección suroeste-nordeste hasta finalizar en la plaza de Isabel II. Se configuró como tal calle a lo largo del
siglo XV, sobre el cauce de un antiguo arroyo, en el que abundaban los terrenos arenosos.
Durante la
Edad Media, el citado curso fluvial marcó los límites de los arrabales de San Martín, constituido a principios del
siglo XII, y de San Ginés, que se desarrolló en el
siglo XIV alrededor de la
parroquia del mismo nombre.
61
Esta iglesia es el monumento de mayor valor histórico-artístico de la calle del Arenal. Sus primeras referencias escritas datan del
siglo XIV, si bien el templo que ha llegado a nuestros días es una reconstrucción realizada en el
siglo XVII, tras los daños sufridos por la estructura original, a causa de unos hundimientos del terreno. Su torre
mudéjar, que corresponde al edificio primitivo, y su decoración interior, con especial mención a la Capilla del santo Cristo, son sus elementos más notables.
Alrededor de las caras este y sur de la iglesia, se extiende el pasadizo de san Ginés, una pequeña y estrecha calle en la que se ubican dos comercios tradicionales: una librería al aire libre de mediados del
siglo XIX y la famosa
Chocolatería de San Ginés, fundada en el año
1890. A esta vía da una de las fachadas del antiguo
Teatro Eslava, reconvertido en el último tercio del
siglo XX en discoteca, que, desde su inauguración en
1870, fue un lugar de referencia para los géneros musicales del café-teatro, la
revista y la
zarzuela.
Al igual que la vecina calle Mayor, la del Arenal albergó numerosas residencias palaciegas en tiempos de los
Austrias, dada su cercanía con la zona de influencia del
Real Alcázar. Esta función residencial se extendió hasta el
siglo XIX, cuando fue construido el único palacio nobiliario que se conserva en la actualidad en la vía. El
Palacio del marqués de Gaviria (
1846–
1847), obra del arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel, se inspira en el modelo italiano
renacentista, tanto en su exterior como en su interior.
Otro de los edificios de interés arquitectónico de la calle del Arenal es el antiguo Hotel Internacional (
1862), que destaca por su fachada profusamente adornada, con múltiples motivos escultóricos.
Plaza de Isabel II
La plaza de Isabel II, llamada popularmente de la Ópera, aparece al final de la calle del Arenal, muy cerca de la
plaza de Oriente, de la que sólo le separa la
manzana hexagonal del
Teatro Real. De planta cuadrangular, ocupa el solar del antiguo Teatro de los Caños del Peral, que, desde su inauguración en
1738 hasta su derribo en
1817, fue uno de los principales focos culturales del
Madrid de los
Borbones.
Hasta entonces, fue un espacio desestructurado, fuertemente condicionado por su accidentada
orografía. En la
Edad Media, tuvo una marcada función defensiva. Sus profundos barrancos, formados por el cauce del arroyo del Arenal, sirvieron de foso natural a la
muralla cristiana. Aquí se encontraba la Puerta de Valnadú (en otras tipografías, Balnadú), una de las entradas al recinto amurallado. Junto a ella, se alzaban varias
torres albarrana, igualmente desaparecidas, encargadas de su defensa.
En el subsuelo de la plaza, se conservan algunos vestigios de esta construcción militar, caso del arco tardomedieval que se exhibe en el sótano de un restaurante situado en el número 3. También hay restos en las vías adyacentes, como los lienzos y torreón de la calle de la Escalinata.
La expansión de la ciudad fue suavizando el relieve original, hasta permitir el desarrollo de diferentes actividades industriales y comerciales, sobre todo a partir de la reglamentación llevada a cabo por el rey
Enrique IV de Castilla (r.
1454–
1474). El
gremio de los curtidores de pieles estuvo instalado en este punto hasta el año
1495, cuando los
Reyes Católicos promovieron su traslado a la
Ribera de Curtidores y a la Cuesta de san Lázaro.
En
1567,
Felipe II ordenó derribar la
Puerta de Valnadú. Fue su sucesor,
Felipe III, quien impulsó la primera gran adecuación urbanística de la zona, a la que siguieron, en siglos posteriores, diferentes nivelaciones del terreno, hasta lograr una rasante similar a la de la
plaza de Oriente. No obstante, aún son visibles algunos desniveles, como el existente en el tramo inicial de la calle de la Escalinata, una de las vías que nacen en la plaza.
En tiempos de los
Austrias, el enclave era conocido como Barranco de las Hontanillas por su abundancia de aguas subterráneas y superficiales (
fontanillas). Tal característica favoreció la construcción de diferentes infraestructuras hidráulicas, destinadas a su aprovechamiento, y la aparición de numerosas huertas en el entorno, como la de Álvaro Alcocer y la de la Priora.
Al noroeste de la plaza de Isabel II, se sitúan el Palacio del duque de Granada, de la segunda mitad del
siglo XIX, y la Real Academia de Medicina y Cirugía, de principios del
XX, dos edificios de inspiración
clasicista. Más hacia el norte, se llega a la
plaza de santo Domingo, donde estuvo el Monasterio de santo Domingo el Real, fundado en
1218 y destruido en
1869.
Plazas de san Martín y de las Descalzas
Las plazas de san Martín y de las Descalzas son contiguas y conforman realmente un único espacio viario. En este lugar estuvo el desaparecido Monasterio de san Martín, del que se tiene constancia histórica desde
1126, año en el que obtuvo el privilegio de una Carta Puebla para la repoblación de su entorno. Alrededor de esta fundación fue configurándose el arrabal
medieval de San Martín, que quedó integrado dentro del casco urbano en el
siglo XV.
En
1559, dos años antes del establecimiento de la capitalidad en
Madrid, fue construido un nuevo edificio religioso. El
Monasterio de las Descalzas Reales se debió a una iniciativa de
Juana de Austria, hija del emperador
Carlos I. En el proyecto intervinieron los arquitectos Antonio Sillero y
Juan Bautista de Toledo, a los que hay que añadir Diego de Villanueva, responsable de la restauración llevada a cabo en el
siglo XVIII. Del conjunto destacan la iglesia, que consta de una única nave con
bóveda de cañón; la decoración interior de algunas de sus dependencias, caso de las pinturas murales de la escalera principal, realizadas en distintas etapas con la participación de
Antonio de Pereda,
Claudio Coello y
José Jiménez Donoso; y la colección de arte, formada por más de 10.000 obras.
La zona también tuvo un marcado carácter residencial. Aquí estuvieron las casas palaciegas de Alonso Gutiérrez de Madrid, tesorero de
Carlos I, de Juan de Borja, mayordomo mayor de
María de Austria, del marqués de Mejorada y del duque de Lerma.
En
1702,
Francisco Piquer, sacerdote del
Monasterio de las Descalzas Reales, creó el
Monte de Piedad de Madrid, la primera institución de estas características fundada en
España, que tuvo como sede un edificio
barroco enfrentado al convento.
En los siglos
XIX y
XX, todas estas construcciones históricas fueron demolidas, excepción hecha del
Monasterio de las Descalzas Reales. El Monasterio de san Martín desapareció en
1868 y, sobre su solar, fue levantada la Casa de las Alhajas (
1870–
1875), un anexo del Monte de Piedad, que, en la actualidad, sirve de sala de exposiciones al grupo
Caja Madrid. Es obra de los arquitectos
Fernando Arbós y Trementi y
José María Aguilar.
El primitivo edificio del Monte de Piedad fue sustituido en la
década de los sesenta por un moderno complejo de oficinas, perteneciente igualmente a
Caja Madrid. El único elemento que se conservó fue la portada de la capilla, realizada en
1733 por
Pedro de Ribera, que puede verse en la cara sur de la plaza de las Descalzas, flanqueada por dos estatuas, una dedicada a
Francisco Piquer y otra a
Joaquín Vizcaíno,
corregidor de
Madrid y fundador de la
Caja de Ahorros de Madrid.
El recorrido por el recinto se completa con la Casa-palacio de Isla Fernández, actual Cámara de la Propiedad Urbana. Proyectada en
1850 por Manuel Heredia y Tejada, es un notable ejemplo de la arquitectura palaciega del reinado de
Isabel II.
Entorno del Palacio Real
El centro político y administrativo del Madrid de los Austrias estaba situado en el desaparecido
Real Alcázar, residencia oficial de los reyes españoles hasta su incendio en
1734.
62 Sobre su solar se alza en la actualidad el
Palacio Real, de estilo
barroco clasicista, cuyas obras comenzaron en
1738, a partir de un diseño de los arquitectos
Filippo Juvara y
Juan Bautista Sachetti.
La ubicación de este edificio en el núcleo fundacional de la ciudad, rodeado de un entramado de calles
medievales, motivó la adecuación urbanística de sus aledaños, con la intención de realzar la monumentalidad del conjunto y dignificar su función política. Aunque los primeros planes de ordenación surgieron en el
siglo XVIII, coincidiendo con la construcción del palacio, no fue hasta los siglos
XIX y
XX cuando se crearon nuevas plazas, calles y jardines en el entorno inmediato del palacio.
En este periodo se abrieron la
plaza de Oriente, que se extiende junto a la fachada este, y la
de la Armería, levantada al sur, así como los recintos ajardinados del
Campo del Moro, al oeste, y de los
Jardines de Sabatini, al norte. Además, fue trazada la calle de Bailén, mediante la cual quedaron unidos los conjuntos monumentales de
San Francisco el Grande y del
Palacio Real.
Plaza de Oriente
El proyecto de crear un espacio ajardinado junto a la fachada oriental del
Palacio Real estaba recogido en el plan que
Juan Bautista Sachetti presentó al rey
Felipe V (r.
1700–
1746), antes de que se pusiese la primera piedra del edificio. Sin embargo, no pudo llevarse a efecto.
Fue durante el reinado de
José I (r.
1808–
1813) cuando comenzó a actuarse sobre la zona, en lo que puede considerarse como el primer embrión de la
plaza de Oriente. En
1809, el rey ordenó demoler las manzanas que se hallaban al este del palacio, con objeto de abrir una avenida monumental que conectase el lugar con la
Puerta del Sol. Entre los inmuebles derribados, figuraban algunas iglesias de origen
medieval y la llamada
Casa del Tesoro, un anexo del
Real Alcázar construido en
1568, en tiempos de
Felipe II. También fueron destruidos los
Jardines de la Priora, una huerta-jardín de principios del
siglo XVII, perteneciente al
Real Monasterio de la Encarnación.
Con la llegada al trono de
Fernando VII, la idea de realizar un gran espacio abierto fue abandonada, ante la decisión del monarca de levantar un teatro en el entorno inmediato del palacio, que se convertiría en el punto de referencia de una plaza cerrada y porticada. El
Teatro Real se terminó en
1850, durante el reinado de
Isabel II, y en
1851 comenzaron las obras de los inmuebles que conforman el contorno, aunque con importantes transformaciones con respecto al plan previsto por
Fernando VII.
El proyecto de recinto porticado fue finalmente desestimado y se adoptó la solución del arquitecto
Narciso Pascual y Colomer, que ya había esbozado en
1844. Su diseño consistía en una plaza de planta rectangular, presidida, en su lado occidental, por una cabecera curvada, en la que sitúan la fachada del
Teatro Real y dos manzanas simétricas, una a cada lado del coliseo.
Pese a su enclave en pleno corazón del Madrid de los Austrias, la
plaza de Oriente apenas conserva restos de los siglos
XVI y
XVII, cuando gobernó en
España la
dinastía Habsburgo, tras la desaparición del complejo de edificios del
Real Alcázar y las intensas intervenciones urbanísticas de las que ha sido objeto por parte de la dinastía
borbónica.
Al margen del
Real Monasterio de la Encarnación, que da al lado norte de la plaza a través de una de sus fachadas secundarias, el único monumento de tiempos de los Austrias existente en la zona es la
estatua ecuestre de Felipe IV (
1634–
1640), obra del escultor
italiano Pietro Tacca. Fue trasladada a este emplazamiento el 17 de noviembre de
1843 y está situada sobre un pedestal monumental, realizado por Francisco Elías Vallejo y
José Tomás en el citado año, en el que se integran distintos grupos escultóricos y dos fuentes.
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La plaza alberga también veinte esculturas representativas de diversos monarcas españoles, llamadas popularmente
reyes godos. Forman parte de la colección realizada entre
1750 y
1753, durante el reinado de
Fernando VI, para adornar la
balaustrada superior del
Palacio Real. En esta ubicación sólo se colocaron algunas, mientras que las sobrantes, la gran mayoría, se repartieron por diferentes puntos de
Madrid y de otras ciudades españolas.
Estas estatuas marcan la línea divisoria entre el jardín central de la plaza, el de mayor valor histórico-artístico, y los dos laterales, conocidos como Jardines del cabo Noval y de Lepanto. Ambos están adornados con sendos monumentos, dedicados al cabo
Luis Noval Ferrao y al capitán Ángel Melgar, obra de
Mariano Benlliure y Julio González Pola, respectivamente.
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En
1996 se procedió a la remodelación de la
plaza de Oriente y a la construcción de un túnel y de un aparcamiento subterráneo. Durante las excavaciones se descubrieron distintos vestigios de la
Torre de los Huesos, una
torre albarrana del
siglo XI, perteneciente a la
muralla cristiana, que se exhiben dentro del aparcamiento. También se hallaron los cimientos y sótanos de la
Casa del Tesoro, pero los restos fueron destruidos.
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Plaza de la Armería
Como la
plaza de Oriente, la
de la Armería también fue diseñada por
Narciso Pascual y Colomer, quien contó con la colaboración de
Enrique María Repullés y Vargas en la dirección de las obras. Fue terminada en
1892.
Se trata de un recinto de planta cuadrangular, cerrado en sus lados oriental y occidental por sendas arquerías, por el meridional por una verja de aire monumental y por el septentrional por la fachada sur del palacio.
Pascual y Colomer planteó una solución muy similar a la ideada, en el último tercio del
siglo XVIII, por
Francesco Sabatini, cuando recibió el encargo de ampliar las dependencias administrativas del edificio. Sólo pudo ejecutarse la llamada Ala de san Gil, un anexo del palacio, actualmente integrado en el sistema de arcadas de la plaza de la Armería.
La explanada que hoy ocupa la plaza de la Armería era conocida, en tiempos de los Austrias, como plaza del Palacio (en referencia al antiguo
Alcázar). En ella se encontraban las
Caballerizas Reales y la Armería Real (
1556–
1564), un complejo de tres alturas y planta rectangular que el rey
Felipe II mandó construir a Gaspar de Vega.
Esta edificación fue derribada en el año
1894 y sobre su solar se levanta en la actualidad la
Catedral de la Almudena, que enfrenta su fachada principal a la plaza de la Armería. Fue empezada a finales del
siglo XIX y en
1911 se abrió al culto su cripta
neorrománica, realizada por
Enrique María Repullés y Vargas. Después de varios proyectos y años de abandono de las obras, pudo concluirse en
1993, a partir del diseño final ideado por
Fernando Chueca Goitia, en el que se apostó por una solución
neoclásica para el exterior.
Campo del Moro
Los terrenos situados al oeste del
Palacio Real fueron los más problemáticos desde el punto de vista de la intervención urbanística, dada la existencia de un profundo barranco, utilizado, desde la fundación de la ciudadela musulmana de Mayrit en el
siglo IX, como sistema defensivo.
A partir de la designación de
Madrid como capital de
España en
1561, se sucedieron los proyectos de ordenación de la zona, todos ellos dirigidos a crear un recinto ajardinado para el recreo de la familia real, que, al mismo tiempo, sirviera de conexión con la
Casa de Campo.
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La urbanización del paraje no pudo acometerse hasta
1844, durante la minoría de edad de
Isabel II. El plan inicial fue encargado al arquitecto real
Narciso Pascual y Colomer,
67 a quien se deben las Praderas de las Vistas del Sol, tal vez el elemento que mejor define a los jardines del
Campo del Moro. Se trata de una gran avenida en pendiente, inspirada en el paisajismo
británico, mediante la cual se une la fachada occidental del palacio con el paseo de la Virgen del Puerto.
Pascual y Colomer ordenó la instalación en este eje de dos fuentes monumentales, con las que realzaba la panorámica del conjunto. La de
las Conchas fue traída desde el
Palacio del infante don Luis (Boadilla del Monte, Madrid) y fue diseñada por
Ventura Rodríguez en el segundo tercio del
siglo XVIII. La de
los Tritones procede de los
Jardines de Aranjuez y se labró en
Italia en los siglos
XVI–
XVII.
El diseño formalista de
Pascual y Colomer fue profundamente transformado en la última década del
siglo XIX, cuando, después de varios años de paralización de las obras, la dirección del proyecto recayó sobre el jardinero Ramón Oliva. Éste concibió un esquema naturalista, en la línea de los gustos paisajísticos del
romanticismo, con trazados irregulares, caminos semiocultos, rutas alternativas, atajos y tramos curvados.
Entre las construcciones existentes en el
Campo del Moro, cabe destacar la gruta diseñada por el arquitecto
Juan de Villanueva, excavada antes de la ordenación urbanística llevada a cabo en el
siglo XIX, con la que la familia real tenía acceso directo desde el palacio hasta la
Casa de Campo. También tienen interés histórico-artístico el Chalé de la Reina y el Chalé del Corcho, dos edificios de madera realizados en estilo
tirolés.
Calle de Bailén
La
calle de Bailén fue inaugurada en el año
1883. Sigue la dirección sur-norte, uniendo las plazas de san Francisco y
de España.
Los orígenes de esta vía se remontan al periodo de construcción del
Palacio Real, con el proyecto de
Juan Bautista Sachetti de abrir una gran avenida, que comunicase este edificio con la
Basílica de San Francisco el Grande. Durante el reinado de
José I (r.
1808–
1813), la idea fue retomada por el arquitecto real Silvestre Pérez, sin que tampoco pudiera materializarse.
En
1861 el
Ayuntamiento de Madrid aprobó la apertura de la calle y el consiguiente derribo de los edificios que se interponían en su trazado, entre los que se encontraba la
Iglesia de santa María de la Almudena, considerada como la más antigua de
Madrid.
Es muy probable que este templo fuera fundado en el
siglo IX como mezquita mayor de la ciudadela musulmana de Mayrit y que, en el
siglo XI, con la conquista cristiana de la villa, se transformara en iglesia. Fue objeto de diferentes reformas en los siglos
XVI,
XVII y
XVIII, la última de ellas llevada a cabo por
Ventura Rodríguez. En
1868 se procedió a su destrucción.
Además de la demolición de inmuebles, se construyó un viaducto de hierro, para salvar el fuerte desnivel existente en el encuentro de la calle de Bailén con el barranco de la
calle de Segovia. La estructura fue realizada por Eugenio Barrón entre
1872 y
1874 y derribada en
1932, ya que se temía que no aguantase el tráfico rodado. En su lugar se levantó un
un nuevo viaducto de hormigón, inaugurado en
1934.
Junto a la calle de Bailén se extiende el barrio no administrativo de
Las Vistillas, donde se sitúan dos edificios de interés histórico-artístico: la Capilla del santo Cristo de los Dolores, del
siglo XVII, y el Seminario Conciliar, empezado en
1902.
Jardines de Sabatini
Los
Jardines de Sabatini están ubicados junto a la fachada septentrional del
Palacio Real. Fue el último de los proyectos realizados en el contexto de las obras de ordenación urbanística del entorno del palacio. A diferencia de los anteriores, no fue impulsado por la Corona, sino por el gobierno de la
Segunda República (
1931–
1939), que cedió los terrenos al
Ayuntamiento de Madrid para la creación de un parque público.
Toman su nombre del arquitecto real
Francesco Sabatini (
1722–
1799), autor de las Caballerizas Reales que estuvieron situadas en el solar que actualmente ocupan los jardines. En
1933 comenzó su construcción y fueron terminados tras la
Guerra Civil.
Su trazado se debe a Fernando Mercadal, quien diseñó un conjunto de aire
clasicista, dispuesto
hipodámicamente. El punto central del recinto es un estanque de planta rectangular, alrededor del cual hay instaladas diferentes estatuas de reyes españoles, correspondientes a la serie escultórica destinada a adornar la balaustrada superior del
Palacio Real.
Cuesta de la Vega
La
Cuesta de la Vega se extiende sobre uno de los barrancos que sirvieron de defensa natural a la ciudadela musulmana de Mayrit. Sigue la dirección este-oeste y, tras salvar un fuerte desnivel, pone en comunicación la calle Mayor con el valle del
río Manzanares. Arranca junto a la cripta
neorrománica de la
Catedral de la Almudena y, bordeando la cerca de los jardines del
Campo del Moro, llega hasta el Parque de Atenas, en la zona de influencia de la
calle de Segovia. Presenta un trazado curvilíneo, adaptado a la complicada
orografía del terreno.
Toma su nombre de la desaparecida
Puerta de la Vega, uno de los tres accesos con los que contaba la antigua
muralla árabe. Esta construcción fue erigida durante la dominación islámica de la
Península Ibérica, en una fecha indeterminada comprendida entre los años
860 y
880. Defendía la
almudaina, que puede considerarse como el núcleo fundacional de la ciudad. Fue levantada por el emir cordobés
Muhammad I (
852–
886) para asegurar la defensa de
Toledo ante las incursiones cristianas procedentes del norte peninsular.
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De este recinto amurallado se conservan diferentes restos diseminados. Los más importantes se encuentran en la Cuesta de la Vega y consisten en un lienzo de piedra de
caliza y
sílex, de aproximadamente 120 m de longitud, donde se aprecian las pautas habituales de la arquitectura militar
andalusí: torres de planta cuadrangular, con zarpa en la base, y con una disposición poco saliente con respecto al muro principal.
En el subsuelo de la plaza de la Armería existe otro tramo de muralla, de unos 70 m de largo. Fue descubierto entre
1999 y
2000,
69 durante las obras de construcción del
Museo de Colecciones Reales, que, una vez terminado, albergará diferentes fondos pertenecientes a
Patrimonio Nacional, entre ellos los depositados en el actual
Museo de Carruajes.
Plazas de la Encarnación y de la Marina Española
La plaza de la Encarnación se encuentra al norte de la
plaza de Oriente. Fue trazada en el
siglo XIX tras el derribo de una serie de dependencias pertenecientes al
Real Monasterio de la Encarnación (
1611–
1616). Su contorno queda presidido por la fachada principal de este edificio, situada en la cara noroccidental del recinto, y en los restantes lados se levantan inmuebles de aire
francés, de principios del
siglo XX. Está decorada con una estatua de
Lope de Vega, realizada por
Mateo Inurria e inaugurada en
1902.
El citado convento tuvo una fuerte vinculación con la Corona. Fue fundado en
1611 por la reina
Margarita de Austria (
1584–
1611), esposa de
Felipe III, y desde entonces canalizó buena parte de los servicios religiosos de la realeza, dada su proximidad con el
Real Alcázar. Llegó a tener comunicación directa con el palacio, mediante un pasadizo construido en el
siglo XVII, que, a través de los
Jardines de la Priora, le unía con la
Casa del Tesoro.
La iglesia está considerada como el elemento arquitectónico más destacado del monasterio. Fue proyectada por
Juan Gómez de Mora (
1586–
1648), mientras que la decoración interior se debe a
Ventura Rodríguez (
1717–
1785), quien procedió a la restauración del lugar tras el incendio acaecido en
1755. Los trabajos de rehabilitación se extendieron desde
1755 hasta
1767.
El convento guarda una valiosa pinacoteca, representativa de la pintura europea de los siglos
XVII y
XVIII, con obras de
Lucas Jordán, Juan Van der Hammen y
Vicente Carducho, además de tallas escultóricas de
Gregorio Fernández y
Pedro de Mena. También hay que mencionar su colección de setecientos
relicarios, realizados en
bronce,
coral,
marfil y maderas finas, entre otros materiales.
Al norte de la plaza de la Encarnación se extiende la plaza de la Marina Española. Aquí se halla el
Palacio del Senado, un edificio construido a finales del
siglo XVI como colegio de religiosos y sustancialmente transformado en el
siglo XIX, para adecuarlo a su uso político. En
1820, el arquitecto
Isidro González Velázquez adaptó su iglesia en salón de sesiones y, entre
1844 y
1850, Aníbal Álvarez Bouquel trazó su actual fachada
neoclásica. Entre
1987 y
1991 el palacio fue ampliado por su parte septentrional, con un nuevo complejo.
Otras construcciones histórico-artísticas del recinto son el Palacio del Marqués de Grimaldi, obra de
Francesco Sabatini del último tercio del
siglo XVIII, el Convento de las Reparadoras, diseñado por
Ventura Rodríguez en
1735, y el Monumento a
Cánovas del Castillo, de 16 m de altura, terminado en
1900 por José Grases Riera y Joaquín Bilbao. Muy cerca de la plaza, aunque fuera de la misma, se encuentran la Casa de Elduayen, edificada en la primera mitad del
siglo XIX sobre un antiguo palacio del
siglo XVII, y la sede de la Real Compañía Asturiana de Minas (
1891–
1899), de estilo ecléctico.